Un infarto en plena protesta en Montserrat

Un manifestante sufrió un infarto durante una protesta de la ANC en Montserrat y fue salvado gracias a la rápida actuación del SEM, en una operación ejemplar de coordinación sanitaria en un entorno de difícil acceso

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La montaña de Montserrat. Foto: Europa Press

 

La mañana del 23 de junio, poco después de las diez, mientras se desarrollaba una acción de protesta pacífica organizada por la Asamblea Nacional Catalana (ANC) ante la estación superior del cremallera de Montserrat, uno de los participantes se desplomó repentinamente. Se encontraba en medio de la concentración cuando sufrió una pérdida brusca de conciencia, acompañada de convulsiones. El ambiente, ya cargado por la temperatura elevada y por la tensión propia de estos actos, se llenó de inquietud y nerviosismo.

Algunos asistentes pidieron ayuda y gritaron si había algún médico entre los presentes. En mi condición, respondí de inmediato a la llamada y me acerqué al paciente. En ese momento, ya había recuperado la conciencia, pero presentaba un estado general preocupante: palidez, sudor frío y debilidad extrema. Los signos clínicos apuntaban a un episodio grave.

Tras identificarme como médico y asegurar el entorno, inicié el interrogatorio clínico básico. El hombre, con voz débil pero coherente, me explicó que había subido a pie desde Monistrol de Montserrat, por caminos de fuerte pendiente, y que a mitad de trayecto había empezado a notar una presión torácica progresiva e intensa, que no había desaparecido. Durante el acto se sintió aún más débil, con sensación de mareo y sudor frío, hasta que perdió el conocimiento.

Gracias a la colaboración inmediata de un enfermero del Monasterio de Montserrat —avisado con rapidez— y de otro manifestante que era médico digestólogo, trasladamos al paciente a una zona con sombra. La temperatura ambiental era extrema —unos 33 °C— y el calor irradiado del suelo dificultaba cualquier mejoría espontánea. Lo colocamos en una posición cómoda y controlamos las constantes vitales básicas: el pulso era pleno y la tensión arterial, aceptable. No había signos de descompensación aguda, pero no tuve ninguna duda de que el cuadro clínico era altamente sugestivo de un infarto agudo de miocardio.

Comprobamos que el desfibrilador externo automático (DEA) disponible funcionaba correctamente y lo mantuvimos preparado por si era necesario actuar. Ante una sospecha fundada de infarto, contacté de inmediato con el 112 para activar el código infarto, un protocolo de actuación urgente que permite coordinar el traslado y tratamiento rápido de pacientes con patología coronaria aguda.

La respuesta del Sistema de Emergencias Médicas (SEM) fue ejemplar. En menos de treinta minutos llegó una ambulancia medicalizada, con un equipo sanitario capacitado para realizar pruebas diagnósticas en el lugar. El electrocardiograma realizado confirmó la sospecha inicial. Dada la gravedad del caso y el riesgo evidente de deterioro durante un traslado terrestre largo y complejo, se activó el transporte aéreo sanitario.

El helicóptero medicalizado llegó con gran celeridad y trasladó al paciente al Hospital de Bellvitge en un vuelo de solo siete minutos. Una vez en el hospital, el paciente fue atendido de forma inmediata en la sala de hemodinámica y sometido a un cateterismo cardíaco de urgencia. Este procedimiento, mínimamente invasivo, consiste en introducir un catéter por una arteria —habitualmente la femoral o la radial— hasta las arterias coronarias del corazón. Una vez localizado el vaso obstruido, se puede implantar un stent, una pequeña malla metálica que actúa como prótesis interna para mantener el flujo sanguíneo abierto.

Entre el inicio del dolor torácico y la reapertura de la arteria afectada —lo que denominamos técnicamente intervalo dolor-aguja— transcurrieron 75 minutos. Aunque este tiempo se consideraría subóptimo en un entorno urbano con acceso inmediato a un hospital de referencia, en un lugar tan aislado como Montserrat, de acceso limitado y alejado de centros con capacidad de hemodinámica, se trata de un tiempo excelente. En muchos escenarios urbanos, solo la logística de coordinación y traslado supera con creces ese umbral. Este caso confirma que el SEM es un servicio de respuesta rápida, eficaz y altamente profesional, incluso en condiciones adversas.

También conviene destacar la entereza del paciente, que en todo momento colaboró y mantuvo una actitud serena, pese a la gravedad de la situación. Esta actitud facilita —y mucho— el trabajo de los equipos de emergencia.

Todo ello pone en valor la existencia y el buen funcionamiento de dispositivos como el SEM, la red de cateterismo urgente, el sistema de código infarto y la coordinación entre servicios sanitarios. En un contexto de presión presupuestaria, falta de reconocimiento profesional y saturación estructural, conviene recordar que muchos mecanismos del sistema sanitario catalán funcionan con niveles de excelencia. Y hay que decirlo en voz alta. Y defenderlo.

No todo, sin embargo, funcionó igual de bien. En el momento del incidente había presencia de efectivos de los Mossos d’Esquadra, de la unidad antidisturbios, que realizaban funciones de vigilancia y control de la protesta. Su comportamiento fue distante y poco colaborador: se limitaron a solicitar mi identificación profesional y no ofrecieron ningún tipo de apoyo ni asistencia en la gestión de la emergencia. Es evidente que su formación está orientada al control del orden público, pero no a la atención de ciudadanos en situación de riesgo vital. Y aquella situación no era de seguridad, sino de vida o muerte.

Es importante remarcar que los agentes de seguridad destinados a dispositivos de control deberían tener, al menos, formación básica en soporte vital, gestión de entornos de emergencia y colaboración con equipos sanitarios. No se trata de convertirlos en sanitarios, sino de dotarlos de recursos para no entorpecer una actuación crítica y, si es necesario, facilitar el trabajo de los profesionales de la salud. En este caso concreto, los Mossos d'Esquadra no estuvieron a la altura de la situación.

Lo que sí funcionó —y con creces— fue la cadena asistencial del SEM. Desde el momento de la crisis hasta la revascularización coronaria, la actuación fue rápida, rigurosa y salvadora. El SEM sí estuvo allí. Y eso es lo que importa. En medio de una protesta ciudadana y bajo un sol inclemente, aquella mañana en Montserrat, un hombre salvó la vida. Gracias a la rapidez, a la profesionalidad, y al trabajo conjunto de sanitarios, ciudadanos y servicios de emergencia. Gracias a una estructura pública que, pese a todas las dificultades, resiste con dignidad y eficacia.

Este es un ejemplo real del país que podemos ser. Un país que, incluso cuando protesta, cuida.

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