La guerra de EEUU e Israel contra Irán ¿puede paralizar el petróleo y colapsar la economía global?
En las últimas semanas, el escenario internacional se ha visto sacudido por una escalada de tensiones que tiene en el centro de atención al conflicto entre Israel e Irán, la intervención directa de Estados Unidos, las amenazas económicas relacionadas con el estrecho de Ormuz, y la respuesta política y militar de la OTAN, con España adoptando una postura destacada.
Israel y Estados Unidos han iniciado su primera guerra conjunta contra Irán, marcando un nuevo capítulo en el conflicto regional. El estrecho de Ormuz se convierte en un punto clave estratégico, con posibles bloqueos que amenazan el suministro energético mundial. España y la OTAN buscan equilibrar compromisos militares sin sacrificar prioridades sociales. Las tensiones aumentan con graves implicaciones tanto regionales como globales. El futuro se presenta incierto, con riesgos económicos y políticos de gran alcance.
1. Contexto y antecedentes: la escalada militar inédita entre Estados Unidos, Israel e Irán
En las últimas 24 horas, Oriente Medio ha entrado en una fase crítica de tensión bélica que amenaza con alterar profundamente el equilibrio estratégico mundial. El detonante más inmediato ha sido la realización de bombardeos estadounidenses sobre tres instalaciones nucleares iraníes, en lo que constituye la primera operación militar conjunta y coordinada entre Washington y Tel Aviv contra el régimen de los aiatolás.
Este hecho marca un antes y un después en la dinámica regional, pues, aunque Israel y Estados Unidos han sido aliados históricos, nunca antes habían ejecutado ataques simultáneos y coordinados contra Irán en territorio iraní. Históricamente, la cooperación entre ambos países en conflictos en Oriente Medio se ha caracterizado por evitar que Israel participe directamente en operaciones militares que pudieran tensar la coalición internacional o provocar un conflicto abierto con países árabes o musulmanes.
Para entender la magnitud de esta acción, es fundamental recordar episodios previos como la “Operación Ópera” en 1981, cuando Israel destruyó la planta nuclear iraquí de Osirak, una muestra temprana de su política preventiva contra programas nucleares considerados hostiles. Sin embargo, esta acción fue unilateral, sin apoyo ni participación directa de Estados Unidos.
Durante la Guerra del Golfo de 1991, aunque Irak lanzó misiles Scud contra Israel, Washington restringió la respuesta israelí para preservar la coalición liderada por Estados Unidos y evitar un conflicto árabe-israelí más amplio. Posteriormente, en la invasión de Irak en 2003, Israel contribuyó indirectamente, proporcionando pruebas falsas sobre armas de destrucción masiva, pero sin involucrarse en el operativo militar. Estas decisiones reflejaban una estrategia cuidadosa de mantener un equilibrio regional y minimizar riesgos.
Ahora, bajo la administración de Donald Trump y el liderazgo de Benjamin Netanyahu, esa estrategia ha cambiado radicalmente. El respaldo político y militar del presidente estadounidense ha dado luz verde a una acción conjunta sin precedentes, intensificando un conflicto que podría expandirse más allá de las fronteras de Irán.
2. Las represalias iraníes: ataques a Israel y la amenaza estratégica del cierre del Estrecho de Ormuz
La reacción de Irán ha sido inmediata y contundente. Tras sufrir los bombardeos en sus instalaciones nucleares, el régimen de los aiatolás ha lanzado ataques contra objetivos en Israel, demostrando que está dispuesto a responder con fuerza. Este acto no solo representa una represalia directa, sino que también pone de manifiesto la escalada hacia un conflicto abierto que podría arrastrar a toda la región.
Además, Irán ha declarado que todavía está estudiando la mejor respuesta frente a Estados Unidos, pero ha dejado claro que “quiere cerrar el Estrecho de Ormuz”. Este estrecho es una arteria vital para la economía global, ya que por allí transita cerca del 20% del petróleo mundial, con unos 20 millones de barriles diarios. El bloqueo de este paso podría paralizar las exportaciones de crudo de países productores clave como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irak y el propio Irán, provocando una crisis energética global.
La amenaza iraní no es solo retórica. La historia reciente muestra que durante la guerra Irán-Irak en los años 80, ambos países protagonizaron la llamada “guerra de los petroleros”, atacando embarcaciones para obstaculizar la exportación de crudo enemiga. Aunque nunca se llegó a un bloqueo completo del Estrecho, la amenaza ahora es más real y cuenta con el respaldo del Parlamento iraní, aunque la decisión final está en manos del líder supremo Ali Khamenei.
El posible cierre de Ormuz ha provocado una reacción inmediata en los mercados, con el precio del petróleo Brent subiendo de 68 a 75 dólares por barril en pocas semanas, y pronósticos que advierten que podría superar los 100 dólares en el corto plazo y alcanzar niveles históricos similares a los de 2008 si el bloqueo persiste.
Estados Unidos, por su parte, mantiene un despliegue naval significativo en la región, con la Quinta Flota basada en Bahrain, cuyo cometido es garantizar la seguridad de las rutas marítimas y la libre circulación. No obstante, un cierre efectivo por parte de Irán obligaría a Washington a responder militarmente para asegurar el paso, lo que aumentaría exponencialmente la tensión bélica.
3. Reacciones internacionales: mercados, diplomacia y despliegue militar
La ofensiva militar coordinada de Estados Unidos e Israel contra las instalaciones nucleares iraníes ha generado una ola inmediata de respuestas y condenas por parte de diversos actores internacionales, que reflejan las profundas divisiones y preocupaciones ante la escalada de tensión en Oriente Medio.
Por un lado, grupos y países aliados a Irán han reaccionado con dureza. Hamás, organización palestina que mantiene una postura beligerante contra Israel, ha calificado el ataque como una "sumisión ciega a Israel", criticando duramente la colaboración estadounidense y advirtiendo sobre el peligro de esta alianza. En paralelo, los rebeldes hutíes de Yemen, también respaldados por Irán, han declarado que esta acción constituye una verdadera "declaración de guerra", aumentando la alarma en una región ya convulsa por conflictos prolongados.
En el ámbito diplomático global, potencias como China y Rusia han expresado su rechazo frontal a la operación, señalando que viola claramente los principios fundamentales de la Carta de las Naciones Unidas, que prohíbe el uso de la fuerza salvo en legítima defensa o con autorización del Consejo de Seguridad. Ambos países han exigido el cese inmediato de la agresión, reclamando una solución pacífica y negociada al conflicto.
La propia Organización de Naciones Unidas, a través de su secretario general António Guterres, ha alertado sobre el riesgo de que la crisis se convierta en una "espiral de caos", subrayando la urgencia de respetar el derecho internacional y promover vías diplomáticas para evitar un conflicto mayor. Guterres ha hecho un llamado claro a todas las partes para que actúen con moderación y busquen el diálogo como única salida viable.
En Europa y América Latina, la postura mayoritaria ha sido la de pedir la desescalada inmediata y el retorno a las negociaciones pacíficas. La Unión Europea, junto con países como España, México, Venezuela, Bolivia, Colombia y Chile, han emitido comunicados instando a evitar cualquier acción que pueda agravar la situación, y han abogado por soluciones diplomáticas que garanticen la estabilidad regional y global.
En contraste, el Reino Unido ha expresado su apoyo a la acción de Estados Unidos, considerándola una medida necesaria para mitigar la amenaza que representa el programa nuclear iraní y proteger la seguridad internacional. Londres ha resaltado que la cooperación con Washington es fundamental para impedir que Irán desarrolle capacidades que podrían desestabilizar la región.
Finalmente, desde el ámbito religioso y político, el papa León XIV ha condenado el ataque, subrayando las posibles consecuencias devastadoras para la paz mundial y haciendo un llamamiento a la reconciliación y el diálogo. Asimismo, varios líderes latinoamericanos, como Gustavo Petro (Colombia), Luis Arce (Bolivia) y Gabriel Boric (Chile), han expresado su rechazo a la escalada bélica, advirtiendo sobre el riesgo de un conflicto con graves repercusiones a nivel global.
4. España y la OTAN: la firme posición de Pedro Sánchez ante la presión de Washington
En este momento crítico, la postura de España ha adquirido especial relevancia. A pesar de la presión ejercida por Estados Unidos para que los miembros de la OTAN aumenten su gasto militar al 5% del PIB, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha anunciado que España mantendrá su gasto en defensa en torno al 2,1% del PIB, un nivel considerablemente inferior a la exigencia estadounidense.
Sánchez ha justificado esta decisión apelando a la sostenibilidad económica y al bienestar social. Según sus cálculos, incrementar el gasto militar hasta ese nivel implicaría recortes profundos en áreas esenciales como la sanidad y las pensiones, lo que afectaría directamente al estado del bienestar español.
El acuerdo alcanzado con la OTAN incluye tres puntos fundamentales: la no obligatoriedad de que todos los miembros alcancen el 5%, la desvinculación entre el aumento del gasto y el compromiso real con capacidades militares efectivas, y la concesión de flexibilidad a países como España para definir sus prioridades soberanas en defensa.
Este anuncio se produce en un momento de alta tensión internacional y evidencia la complejidad interna dentro de la Alianza Atlántica, donde existen diferentes visiones sobre cómo abordar la seguridad global en un contexto tan volátil.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha confirmado a Sánchez que España podrá mantener esta flexibilidad y que la revisión del gasto se realizará en 2029, teniendo en cuenta el contexto estratégico de entonces.
5. Implicaciones a medio y largo plazo: geopolítica, economía y seguridad global
La combinación de estos factores —la guerra directa y coordinada entre Israel y Estados Unidos contra Irán, las represalias iraníes con ataques y la amenaza al suministro energético, junto con las diferencias internas en la OTAN respecto al gasto militar— dibujan un escenario mundial de alta complejidad y volatilidad.
Impacto regional
En Oriente Medio, la prolongación del conflicto podría agravar la crisis humanitaria y política que afecta a la región desde hace décadas. El sufrimiento de la población civil se intensificaría, con desplazamientos masivos y un deterioro de las condiciones económicas y sociales.
Además, la intervención directa de potencias extranjeras puede abrir nuevas fracturas internas, alimentando tensiones sectarias y geopolíticas que podrían desbordar la capacidad de control de actores internacionales.
Impacto económico
El riesgo de bloqueo del Estrecho de Ormuz genera preocupación global por su efecto sobre la inflación y la estabilidad económica. El aumento en los precios del petróleo encarece los costos energéticos y de producción, ralentizando la recuperación económica postpandemia y aumentando la incertidumbre en mercados clave.
Desafíos para la OTAN y la política global
Las discrepancias sobre el gasto militar dentro de la OTAN reflejan una fractura en la visión estratégica de los países miembros. Mientras Estados Unidos presiona para un aumento significativo del gasto, países como España optan por un enfoque más equilibrado que prioriza la sostenibilidad social.
Esta divergencia podría afectar la capacidad de la Alianza para responder de forma coordinada a crisis globales, lo que obligará a adaptarse a un nuevo entorno geopolítico marcado por conflictos híbridos y amenazas no convencionales.
La urgencia de la diplomacia
Frente a este panorama, el llamado a la contención y el diálogo realizado por líderes como Pedro Sánchez cobra una importancia capital. La diplomacia debe ser la herramienta principal para evitar un conflicto de mayores dimensiones, que podría tener consecuencias imprevisibles y catastróficas a nivel mundial.
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