Kamchatka: la resiliencia forjada por terremotos y secretos

Este suceso nos obliga a mirar hacia el pasado, a tragedias silenciadas como el devastador tsunami de Severo-Kurilsk de 1952, y a plantearnos una pregunta crucial para nuestro futuro global.

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Este suceso nos obliga a mirar hacia el pasado, a tragedias silenciadas como el devastador tsunami de Severo-Kurilsk de 1952 ( Foto Parlamentskaya Gazeta)

 

Un video impactó recientemente a los medios de comunicación de todo el mundo: médicos que no detuvieron una cirugía durante un terremoto de 8.8 grados en Kamchatka. Este suceso, más allá de su asombroso componente humano, invita a una profunda reflexión sobre la resiliencia de quienes habitan zonas de riesgo y, simultáneamente, sobre la desconexión que a menudo impera a escala global. Para quienes hemos tenido la oportunidad de visitar Kamchatka, la respuesta a por qué continuaron operando es clara, arraigada en la misma esencia de la vida en esa península.

Kamchatka: la tierra de terremotos y volcanes

La península de Kamchatka, un rincón remoto en el extremo oriente de Rusia, es conocida por su implacable belleza natural, marcada por montañas escarpadas, densos bosques y una costa azotada por el Pacífico. Sin embargo, esta majestuosidad coexiste con una constante amenaza: volcanes activos y terremotos que, con magnitudes de 5 o 6 grados, son casi cotidianos. Es un entorno donde la naturaleza dicta las reglas, y sus habitantes han aprendido a convivir con su impredecible poder.

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 Es un entorno donde la naturaleza dicta las reglas, y sus habitantes han aprendido a convivir con su impredecible poder (Catalunya Press)

Este miercoles, un sismo de 8.8 grados sacudió la península, convirtiéndose en el más potente desde 1952. Las imágenes que se difundieron no mostraban pánico, sino una sorprendente ausencia del mismo. El video que se viralizó, donde se ve a los médicos manteniendo la calma y continuando una intervención quirúrgica mientras el hospital temblaba, es un testimonio de una resiliencia forjada por generaciones.

 

Resiliencia anclada a la Tierra

En Kamchatka, la vida se vive con la conciencia perenne de que la tierra puede rugir en cualquier momento. La expresión "vivir con las maletas hechas" no es una simple frase, sino una realidad palpable. Lo que sorprende a quienes observamos desde la distancia es que, a pesar de los riesgos inherentes, la gente elige no abandonar este lugar. La explicación reside en una adaptación profunda a su entorno.

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La gente elige no abandonar este lugar. (Catalunya Press)

 Los habitantes de Kamchatka han desarrollado una inquebrantable resiliencia, una aceptación de que los terremotos y las erupciones volcánicas son, simplemente, parte de su existencia. No se trata de una ausencia de miedo, sino de una forma de vida que ha sido moldeada a lo largo de los años en un lugar donde la naturaleza es soberana. La calma con la que los médicos continuaron su trabajo es un reflejo de esto: para ellos, era una situación anómala pero esperable, no una razón para detenerse.

Un precedente histórico: el tsunami secreto de Severo-Kurilsk de 1952

Esta capacidad de adaptación no es nueva en la región. Kamchatka y las cercanas Islas Kuriles han sido testigos de catástrofes naturales de proporciones épicas, algunas de las cuales permanecieron ocultas al mundo. Un ejemplo es el Tsunami de Severo-Kurilsk del 5 de noviembre de 1952, una de las tragedias naturales más devastadoras en la historia de la URSS, cuya información estuvo clasificada como "secreta" durante décadas

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 el Tsunami de Severo-Kurilsk del 5 de noviembre de 1952 (Parlamentskaya Gazeta)

Militares y participantes en las operaciones de rescate fueron obligados a guardar silencio. La verdad sobre este desastre solo comenzó a revelarse a principios de los años 2000, cuando los archivos navales se hicieron públicos. 

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Gracias a los testimonios de los supervivientes y a los informes de los hidrógrafos, se pudo reconstruir una parte de lo sucedido, aunque muchos interrogantes persisten. ( Archivo de onblast de Sakhalin)

Gracias a los testimonios de los supervivientes y a los informes de los hidrógrafos, se pudo reconstruir una parte de lo sucedido, aunque muchos interrogantes persisten.  Las construcciones comenzaron a desmoronarse, y en el océano, el sismo generó una gigantesca ola.

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 Cuarenta minutos después del terremoto, los habitantes escucharon un estruendo desde el mar. La policía alertó a la población con disparos al aire y gritos de "¡Viene el agua!" ( Archivo de onblast de Sakhalin) 

Cuarenta minutos después del terremoto, los habitantes escucharon un estruendo desde el mar. La policía alertó a la población con disparos al aire y gritos de "¡Viene el agua!", provocando una huida desesperada hacia las zonas elevadas. La primera ola, de entre 8 y 10 metros de altura, arrasó las zonas bajas de la ciudad, destruyendo edificios y dejando sin posibilidades de escape a quienes estaban cerca de la costa. Tras un breve retroceso del agua, algunas personas regresaron a sus hogares para intentar recuperar pertenencias. Sin embargo, unos 20 minutos después, la segunda ola, la más destructiva y de más de 10 metros de altura, volvió con una fuerza demoledora. Arrastró casas, vehículos, maquinaria industrial, tanques e incluso grandes embarcaciones, cobrándose la vida de aquellos que se habían aventurado a regresar. Una tercera ola, menos potente, arrastró lo que quedaba de Severo-Kurilsk hacia el océano, dejando solo unas pocas estructuras en las alturas y algunos monumentos.

Más allá de Kamchatka: un llamado a la Conexión Global 

La historia de Severo-Kurilsk resalta la resiliencia de quienes viven en zonas de riesgo, pero también subraya una verdad inquietante: la desconexión en nuestro planeta. Mientras cada nación establece sus propias alertas y protocolos, la realidad es que las fronteras, sean terrestres u oceánicas, a menudo parecen infranqueables cuando se trata de una cooperación genuina ante crisis globales. Este evento nos lleva a una reflexión crucial: si un día nos enfrentamos a una catástrofe de magnitud mundial, ¿estarán los líderes políticos, que hoy imponen sanciones, aranceles y conflictos, dispuestos a colaborar incondicionalmente para salvar vidas? La situación en Kamchatka, donde la naturaleza no reconoce fronteras ni ideologías, nos recuerda que, a pesar de nuestras divisiones, todos compartimos el mismo planeta. 

La capacidad de adaptación de sus habitantes es sin duda inspiradora, pero también debería servir como un catalizador para que, como sociedad global, aprendamos a unirnos frente a los desafíos comunes que nos presenta nuestro hogar.

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