Necesitamos mucho más de esa cualidad llamada empatía, que tiene que ver con la capacidad para ponerse en los zapatos del otro y que parece esta rdesaparecida en Catalunya.
La sensibilidad como valor humano, es algo desarrollado a través del tiempo.
Pero el afecto es el verdadero tranquilizante, un reconstituyente único. Se proyecta de persona a persona, sin paternalismo hacia las víctimas, una compañía valiosa que reconoce una fatal herida y una voluntad de tener otro porvenir mejor.
¿Dónde queda ese registro humano que nos lleva a la percepción y al sostén de aquel que es frágil y necesita ayuda? ¿Qué grito hay que sentir para reconocer en el otro su carencia, que está necesitado y que ayudarle es solo dar un paso, abrir un sobre, tocar el hombro, mirar un billete, quitarse los cascos y sentir curiosidad?