Los hechos tuvieron lugar en 2015, cuando la madre, de 40 años de edad, acudió estando embarazada a una clínica de Ibiza.
El facultativo manifestó que todo estaba bien, y en 2012 una radiografía mostró la rotura de ambos tornillos inferiores, cuyo resultado no fue comunicado al paciente.
Según la sentencia el niño sufría estreñimiento desde hacía varios meses y "no fue debidamente atendido" por los médicos.