Les contó a sus niñas -que nunca entendían del todo lo que los adultos decían, pero que siempre captaban lo que no decían- que le había dejado carro a un amigo…*
Afirmaba en un post anterior que cualquiera que pueda hablar es susceptible de beneficiarse de una terapia psicoanalítica. Una conocida -sabiendo que trabajo con niños muy pequeños que no hablan aún, me había enviado a la consulta a una vecina suya con su hija de dos años, toda la escalera estaba al corriente de los berrinches de la niña- se mostró sorprendida por la afirmación: ¿no era entonces terapia psicoanalítica lo que habíamos hecho con Laia?
El tratamiento había sido un éxito: los “infans”, así se denomina a los que aún no han adquirido el lenguaje, mejoran de sus síntomas rápidamente, se curan pronto puede decirse. Y esto sucede así porque, a pesar de que no sepan hablar, son tan sujetos de lenguaje como cualquier persona adulta.
Los síntomas a estas edades son siempre graves porque se manifiestan en aspectos cruciales de la vida: no comen, no duermen, no miran, no se mueven, se ahogan en llanto.... La subjetivación, la humanización, se produce durante los primeros años de vida y en esos primeros años las adquisiciones son las primarias; si nos fijamos en lo básico veremos que comer o dormir no son acciones, en los humanos, puramente instintivas: más allá de la necesidad que expresa el instinto - cada niño, cada niña - deberá adaptarse a los modos de relación con la comida y el sueño que sean los propios de su familia. Ahí, en esa relación con los otros hecha de factores conscientes e inconscientes se irá construyendo un Yo.
Y es en esa relación donde empiezan a manifestarse los problemas: rechazan el pecho o el biberón, no pueden pasar de los triturados a los alimentos sólidos, vomitan todo lo que tragan, hacen diarreas inexplicables, rabietas colosales, tienen crisis de llanto espasmódico, lloran noches enteras...más adelante, con la subjetivación más avanzada y la palabra adquirida, se darán síntomas más elaborados: enuresis, de día o de noche, solamente en casa o en cualquier sitio, encopresis, problemas con la lecto-escritura, con el cálculo, robos…. un desarrollo más avanzado permite síntomas más sofisticados y menos atentatorios a la continuidad de la vida misma.
Dicho esto conviene aclarar que cualquiera de las situaciones descritas se producirá ocasionalmente en el desarrollo de una criatura normal, solamente cuando una situación se repite insistentemente podremos considerar que algo sintomático está sucediendo. En una época como la actual, donde la medicalización de la normalidad es una tendencia creciente que no respeta ni a los muy pequeños, es importante no perder de vista que no todo desajuste es sintomático y que cuando lo es puede ser tratado sin fármacos. Da vértigo pensar en las consecuencias a largo plazo de la ingesta de fármacos para regular el comportamiento sobre organismos en formación, pero se hace.
El trabajo - como en cualquier tratamiento psicoanalítico- es de palabra desde el principio, se trabaja casi siempre con los padres y el niño juntos. Trabajamos escuchando a los padres y atendiendo a las manifestaciones de los niños que, por pequeños que sean, se expresan de muchas maneras.
Un infans que aún no habla entiende mucho más de lo que puede decir y también es capaz de hacerse entender por vías de expresión previas a la adquisición del lenguaje: puede manifestar tristeza, alegría, miedo, enfado, ansiedad… a todo ello se le van poniendo palabras que le permitirán encontrar su lugar, situarse en la historia de su familia y, por ende, en el mundo.
Se trabaja sabiendo de lo errado de un lugar común muy extendido: la idea de que los niños muy pequeños “ no se enteran” justificando así dejarlos al margen, mantenerlos a oscuras en situaciones que les conciernen hondamente. Se cree que si no se enteran es justamente porque son pequeños, pero actuar según esa idea les pone en el difícil lugar de percibir que “algo malo” sucede mientras se les esconde ese “algo”. Cada criatura responde a eso a su manera, como pueda.
Sucede así que por un lado se habla delante suyo como si no estuvieran presentes y por otro lo que se les esconde son cosas que resultan traumáticas o son difíciles de encajar, en primer término, para los adultos responsables de su crianza. El resultado es que, con la mejor de las intenciones, se les hace vivir cargando con esa angustia que perciben aún siendo tan pequeños y que siempre encuentra vías de expresión en los síntomas en el funcionamiento del cuerpo.
Los tratamientos psicoanalíticos con infans suelen ser exitosos, se produce una especie de maravilla al restituir alguna verdad a la historia, suele tratarse de eso, de avatares familiares dolorosos con las consecuencias que comportan. Se constata que, una vez destapado el secreto, amortiguado el impacto y elaborada la historia, les es fácil al salir de la confusión seguir creciendo sin mayores problemas y el alivio es grande para todos los concernidos.
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