Sabía de la prohibición del cero, sabía también de las “recomendaciones” sobre el porcentaje deseable de aprobados en escuelas e institutos que se reciben cada curso en la enseñanza pública, lo que no sabía es que también hay exigencias previas para el número de matrículas de honor, aunque en este caso sean a la baja. Y es tal el despropósito que en dos institutos - visto lo visto quizá sean más, pero a dos se refiere la noticia publicada- han terminado rifando las matrículas permitidas por la burocracia mandante porque phabía más éxitos académicos en la realidad de los que las mentes pensantes sobre educación han previsto en sus planes.
La legislación establece que solamente puede darse una matrícula de honor por cada veinte estudiantes matriculados. En cada comunidad autónoma se maneja el dislate como mejor les parece, aunque en la mayoría se someten a la norma, y aquí paz y después gloria, porque el efecto que semejante disparate tenga sobre las personas afectadas no cuenta.
De modo que cuatro alumnas del centro Cristo del Socorro en Luanco y siete estudiantes del Profesor Hernández Pacheco de Cáceres se han visto en la tesitura de ver sus nombres metidos en una bolsa para extraer de ahí los de aquellos afortunados que recibirían la matrícula de honor ganada a lo largo del curso. Dos de cuatro en el primer caso y cuatro de siete en el segundo. ¡Tómbola!
¿Se imaginan qué efecto habrá hecho tal “solución” en cada persona afectada? ¿En sus allegados? ¿Cómo habrá quedado la confianza que pudieran haber tenido en el sistema?
Si tratas de encontrar algún sentido en todo ello la única explicación posible parecería ser la económica: los y las estudiantes que han obtenido matrícula de honor adquieren el derecho a la matrícula gratis en el curso siguiente y seguramente los presupuestos generales del estado se vendrían abajo si se cometiera un despilfarro tan descomunal.
La otra explicación, que no dice que el económico sea un argumento intelectualmente válido, es la simple estupidez, sin mayores argumentos.
Lo que salta a la vista es la falta de respeto y el desprecio del sistema por aquellos y aquellas estudiantes que trabajan para obtener buenas calificaciones. Una manera de hacer que - con todas las pegas, y son numerosas, que se puedan poner a los planes de estudio- es la que favorece hacerse con un conocimiento del mundo que es imprescindible para situarse en el mismo, manejarse y manejarlo de manera productiva para sí mismos y para la sociedad.
Pero no, hemos entrado en barrena, me remito al post antes citado, y así de adaptación curricular en adaptación curricular se llega sin sentir a los PI (planes individualizados), consistentes tanto las unas como los otros en retiradas de material - que pueden llegar a ser masivas- de los estudios programados y que dejan, tras podas y más podas, las programaciones lastimosamente peladas. Programas adaptadísimos donde las materias quedan como tristes caricaturas de aquellos contenidos que deben ser adquiridos en cada curso para garantizar una formación sólida y competente. De esta manera se cumple con las recomendaciones sobre el conveniente porcentaje de aprobados.
Resulta perverso: se propone un programa para cualquier materia y cualquier materia puede ser, y de hecho es, a menudo aprobada con el recorte de capítulos fundamentales de la misma. Esta es una fantasmada que da una idea precisa a todos y todas los concernidos de la confianza que merecen las admoniciones a estudiar, que tanta gente escucha, dando muestras así de una inteligencia que el sistema desprecia, como quien oye llover.
De modo que la “comprensión” - frente a las actuaciones más indisciplinadas, los pasotismos extremos o incluso aquellas conductas que denotan un problema auténtico- termina por ser un coladero del que todo el mundo sufre las consecuencias y del que pocos hablan.
Por otro lado sabemos también que este año se han despedido en verano a más de cincuenta mil profesores interinos, personas todas que dejarán de cobrar hasta septiembre u octubre. No es una novedad, sino una práctica recurrente desde hace mucho tiempo. Hay tantos interinos porque no se convocan plazas y, como se ve, son mucho más baratos de contratar, de modo que no es raro que puedan pasar años trabajando como docentes en el mismo instituto sin llegar jamás a poder presentarse a una oposición.
Sumando dos y dos - aún somos capaces de hacer tan complicada operación- el resultado es claro: el interés por la educación de nuestros gobernantes es un cuento chino o quizás más precisamente uno para no dormir.
Tampoco es raro: la salud o la emergencia climática son tratadas de modo parecido.
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