La escuela es el núcleo del mundo social de niños y niñas. En este contexto tienen lugar los aprendizajes de los aspectos curriculares, centrados en contenidos y en procedimientos. También se incluyen aspectos sociales como la convivencia, los vínculos, las actitudes y los comportamientos en general. Es en estos aspectos más sociales y psicológicos de la función educativa en el que algunos alumnos y alumnas manifiestan y expresan su conflictiva personal y familiar. Son niños y niñas que tienen un sufrimiento psíquico y una problemática que hace efectos en los vínculos con sus iguales y/o con los adultos, en la convivencia y en el comportamiento. Más que “portarse mal” -que es un concepto educativo- son niños y niñas que “lo pasan mal”. Con frecuencia esto se traduce también en “tratar mal” a los demás y en comportamientos disruptivos que afectan a la convivencia dentro y fuera del aula.
Es una problemática subjetiva que se expresa en la escuela pero que no es de la escuela. No es la escuela la que la genera, sino que es allí donde aflora. La escuela tiene que acogerlo y poner en marcha recursos e instrumentos para abordar la situación del niño, y para contener los efectos que produce en los iguales y en los maestros. El origen de la conflictiva psíquica y del sufrimiento remite al ámbito familiar, sea por circunstancias coyunturales (separación de los padres, cambio de localidad, enfermedades) o estructurales (vínculo con los padres, problemática personal). La manifestación de la problemática en el contexto escolar hace que esta trascienda el ámbito familiar, llama la atención de la institución escolar. Esta llamada de atención tiene una dimensión de demanda de ayuda por parte del niño, de demanda de intervención del ámbito social.
Este tipo de problemáticas suelen requerir una valoración psicodiagnóstica, y eventualmente un tratamiento psicoterapéutico. Esta valoración no la hacen los maestros sino los psicólogos del Equip d’Assessorament Pedagógic (EAP), con el conocimiento y el consentimiento parental. En los casos en los que es necesaria una psicoterapia, los padres son derivados a los servicios públicos, y -si lo solicitan- a servicios privados. Son servicios externos a la escuela pero que han de estar en comunicación y en participación con el equipo de la escuela.
Maestras y maestros suelen reclamar un soporte para el seguimiento de estos casos, unas orientaciones que les ayuden a una comprensión y a una adaptación de los instrumentos de intervención y de los recursos. Un reclamo que es lícito y pertinente porque hace a los límites de la educación, porque se trata de un conocimiento y de un saber que pertenece a otra disciplina, a la psicología clínica. Dicho de otra manera, son casos que requieren de un abordaje y de un trabajo interdisciplinar, de la concurrencia de profesionales diversos.
Es crucial que se generen en la escuela espacios periódicos de diálogo, de reflexión y de comprensión conjunta entre los profesionales que están interviniendo en el caso. Esto permite una visión panorámica del niño/a y de sus circunstancias familiares y personales, a partir de las apreciaciones y valoraciones de los profesionales implicados. Es un trabajo de elaboración conjunta, un espacio de palabra y de reflexión que ayuda a una comprensión del caso. Las aportaciones del psicoterapeuta han de servir para favorecer la construcción de criterios ajustados al caso para la actuación de los maestros, más que dar pautas generales a seguir; para la construcción y creación de recursos e instrumentos artesanales -es decir, adaptados a la persona que los va a usar y a la persona que los va a recibir-, más que al seguimiento de protocolos generales y rígidos.
Todo ello debería plasmarse en el vínculo interpersonal entre el maestro y el niño, en la relación con el niño. Estos espacios de encuentro también deberían de servir para dar soporte y comprensión a la labor y a los esfuerzos del maestro. También es de gran interés para el psicoterapeuta escuchar a los interlocutores escolares, y de este modo saber del funcionamiento del niño en la escuela a nivel de aprendizajes, vínculos y comportamientos dentro y fuera del aula.
El trabajo con los padres en reuniones y entrevistas– a menudo llamadas de “coordinación” con los padres- suele despertar preguntas, dudas y demandas de asesoramiento sobre el rol del maestro en ellas. Nuevamente se trata de una demanda lícita y pertinente, nuevamente se trata de las fronteras de las competencias educativas. Maestros y maestras han de conseguir transmitir a los padres la valoración que hace la escuela sobre la situación del niño, y dar a conocer las estrategias, instrumentos, recursos y medidas que se utilizan y que las que se prevea utilizar. Y también han de poder escuchar las apreciaciones y las consideraciones de los padres. No se trata tanto de coordinarse -los padres no son profesionales- como de ir estableciendo un vínculo que permita poder hablar y reflexionar juntos, ir creando una confianza mutua, una relación de respeto por las funciones de cada uno y por las diferencias que puedan surgir.
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