El exministro García-Margallo publica sus 'Memorias heterodoxas'

García-Margallo hace un repaso de su vida política, desde su compromiso con grupos demócrata cristianos durante el franquismo hasta su integración en el Partido Popular.

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Poco a poco se va convirtiendo en algo habitual que quienes han desempeñado funciones públicas de relieve den a conocer la memoria de sus experiencias. El técnico fiscal del Estado José Manuel-García Margallo, que fue ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación en el primer gobierno presidido por Rajoy entre 2011 y 2016 acaba de publicar las suyas con el título de 'Memorias heterodoxas. De un político de extremo centro' (Península).


García-Margallo hace un repaso de su vida política, desde su compromiso con grupos demócrata cristianos durante el franquismo hasta su integración en el Partido Popular, detallando las diversas responsabilidades que asumió: entre otras, las de diputado en el Congreso por Melilla, director general de Desarrollo Comunitario (en donde recibió muchas de las funciones procedentes del desaparecido Movimiento y ocupó el despacho que había sido de Pilar Primo de Rivera), diputado en el Parlamento europeo durante diecisiete años, ministro y diputado de nuevo en Estrasburgo a partir de 2019 y hasta el día de la fecha.


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El texto resigue desde la perspectiva con que la vivió García-Margallo la vida pública española de los últimos cincuenta años y le da pie para expresar numerosas opiniones, observaciones e incluso chafarderías. Elogia la constitución de 1978, no sin destacar las, en su opinión, cuestiones que no resolvió indica que, al llegar al Gobierno en 2011, propuso a Rajoy una reforma de la carta magna, sin resultado. Así mismo achaca al sistema autonómico defectos como el mimetismo, el narcisismo y la ingenuidad "tres errores capitales que han deteriorado la idea de España" y revela que, ante el dislate promovido por la reforma de Maragall, fue promotor, e incluso redactor, de un Estatuto de Cataluña que no tuvo recorrido , a la vez que considera un grave error que Felipe González hubiese suprimido antes el recurso previo de inconstitucionalidad ante cualquier modificación de dichas normas.


Confiesa que fue contrario al compromiso de España con la guerra de Irak (y cuenta que un diputado del Frente Nacional francés le dio plena garantías de que Sadam Hussein no tenía armas nucleares, algo que sabía porque "nos financian ellos y estamos allí siempre"), a la vez que critica paralelamente a Rodríguez Zapatero, al que cree "un buen español", pero "extraordinariamente peculiar", "acomodaticio" y, lo que es peor, responsable de dos grandes errores: "carecer de una idea de España" y "la ruptura del consenso constitucional".


Recuerda que España es la cuarta economía de la zona euro, la quinta de la UE y el 13º país del mundo por PIB y se define en lo que respecta a Europa, como federalista convencido, aunque precisa fijar fronteras, preservar un núcleo de países federales y reservar a aquellos con los que no comparte moneda única una segunda corona de carácter confederal y fortalecer la federalización interna de la UE.


Libros Memorias heterodoxas


Considera que sus mayores logros como titular de la cartera de Asuntos Exteriores y Cooperación fueron conseguir para España un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad, resolver el rescate de los españoles secuestrados en el exterior, contribuir a intentar solucionar la nacionalización de empresas españolas en Argentina y Bolivia y limitar los problemas que podía generar la jurisdicción internacional (de hecho, provocó un gravísimo problema con China popular) y confirma que su cese se debió a las discrepancias habidas con Rajoy por la cuestión de Catalunya.


Entre las cuestiones anecdóticas evoca la utilización por Junqueras del inglés para no hablar en español en el Parlamento europeo -inglés que califica de "macarrónico"-, revela que Fidel Castro le confesó que se sentía "profundamente español", que cuando a Aznar le preguntaron cuál era la causa del "milagro español" respondió, sin que se le torciera el gesto, "yo soy el milagro" y no duda en citar las múltiples desavenencias -e intentos de intromisión- que padeció con Soraya Sáenz de Santamaría, a la que reprocha haberle impedido obtener la Gran Cruz de Carlos III.


Como compensación, no la apoyó cuando pretendió sustituir a Rajoy. Donde la dan, las toman.

Mientras paseaba hace unos días por la calzada central de la Rambla de Cataluña observé a dos agentes de la Guardia Urbana que estaban dispuestos a realizar alguna actuación propia de sus competencias. Nada que se saliera de la normalidad, pero con una peculiaridad que me llamó poderosa y gratamente la atención: uno de ellos era negro. "Bien" -me dije para mis adentros- "parece que nos estamos normalizando y empezamos a reflejar en las administraciones públicas la creciente diversidad de la sociedad española".

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