“La avenida de las ilusiones”: una novela sobre el Paralelo y la Barcelona del primer tercio del siglo XX
Justamente utiliza esta denominación como título de la novela que acaba de publicar Grijalbo y que pretende ser un relato de la agitada vida barcelonesa del primer tercio del siglo XX.
Mucho se ha escrito sobre la avenida que llevó oficialmente el nombre del Marqués del Duero durante más de un siglo, pero que ha sido conocida popularmente por el paralelo 41º 22’ 33’’ que discurre precisamente por el itinerario que le lleva desde el Mediterráneo hasta la plaza de España. Desde finales del siglo XIX y durante dos tercios del siglo XX el Paralelo fue el epicentro de la vida frívola barcelonesa y a lo largo de sus aceras se alinearon teatros, cines, cabarés, atracciones, cafés cantantes y cafés a secas, más tarde cines y establecimientos lúdicos y de restauración de todo tipo. Esta condición ha dado mucho juego a los novelistas, tanto autóctonos, como algunos extranjeros y aunque ha ido cambiando de signo, sigue siendo punto de encuentro de los amantes del teatro, con excelentes locales que mantienen vivo el arte de Talía.
En todo caso, ha quedado una leyenda de aquellos tiempos pretéritos en los que en el Paralelo se codeaban artistas de todo tipo, cabareteras, mujeres de vida presuntamente fácil, hampones, chulos, “pinchos” y carteristas con marineros, proletarios, sindicalistas y gentes honradas o no de toda la escala social que venían este punto de la ciudad para entretenerse y pasar un rato agradable. Xavi Barroso le llama, por todo ello, “La avenida de las ilusiones” y justamente utiliza esta denominación como título de la novela que acaba de publicar Grijalbo y que pretende ser un relato de la agitada vida barcelonesa del primer tercio del siglo XX.
Francisca y María Romero son dos muchachas campesinas de Solsona que emigran a Barcelona en busca de una vida mejor y se colocan como empleadas domésticas en el domicilio de los Puig, una familia principal. Es allí donde inician su nueva vida en la que serán espectadoras, inicialmente pasivas de, por una parte, del discurrir de la alta burguesía local, encerrada en su burbuja de oro. Pero a la vez también de la agitación social que vive la ciudad, con algunas de las grandes huelgas de la historia de la ciudad (1909 y 1919, principalmente), circunstancia que permitirá a Francisca establecer una relación, fortuita, pero a la postre definitiva, con un activo anarcosindicalista. Ello no excluye que mantenga también relaciones, paralelas y/o accidentales, con otros hombres, entre ellos incluso dos señoritos. El enfrentamiento con estos mundos lleva a Francisca a vivir una compleja trama de peripecias, enmarañadas con sucesivas relaciones traumáticas (Joan, Jaume, Tomás…) y adobadas por la ambición de convertirse en artista. Lo consigue, no sin padecer toda suerte de tropiezos, desengaños, incidencias y renuncias y de este modo se convierte en María Green, la artista que logra compatibilizar la interpretación de arriesgados cuplés con mensaje político -uno de ellos, “El anarquista”, que le recuerda el amor de Joan y que reza “ven aquí, mi anarquista, ven aquí; sueña conmigo, cambia mi mundo, revoluciona mis faldas y mi ira, lléname de besos, de idas y venidas”-, con vodeviles de Santpere o dramas de Ibsen. El Paralelo acaba enredándose con las Ramblas como epítome cada una de las calles de dos universos diferentes y, pese a su cercanía geográfica, distantes: uno, popular; el otro, selecto y acomodado, complicándole de este modo la vida a Francisca que, de alguna manera, acaba siendo partícipe de ambos.
Xavi Barroso ha escrito una novela larga de más que 500 páginas en la que entrevera la ficción narrativa con los hechos históricos que marcaron aquella asendereada vida barcelonesa del primer tercio de la centuria anterior, lo que le da pie a reflejar la penosa vida de la mayoría de la población, condenada a sobrevivir en precarias condiciones y con salarios de hambre, mientras una burguesía enriquecida por la guerra europea hace oídos sordos al signo de los tiempos, cerrazón que desembocará en la catástrofe de 1936. El autor incluye en el escenario narrativo a numerosos personajes reales, que encadena con los de ficción, logrando con naturalidad el deseado engarce. Da, además, colorido al desarrollo argumental con notas de cierto desgarro, así la violación de María, la relación lésbica de ésta con Mercé o la obligada vida de burdel que durante algún tiempo soportan la propia Francisca y su amiga Anna.
Sería acaso discutible valorar la verosimilitud de la forma en que Francisca alcanza el ascenso social, circunstancia que le permite asistir como invitada a una cena en la casa donde trabajó como criada o a asistir al banquete de boda del hijo de uno de Puig (hubiera sido más creíble que participara en la ceremonia religiosa, habida cuenta que la Iglesia es la casa de todos) Pero “La avenida de las ilusiones” no es un libro de historia, sino una novela y toda licencia es, por tanto lícita en el contexto de una obra que resulta, por lo demás, ambiciosa y, por qué negarlo, también entretenida.
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