Jango Edwards presenta a la payasa Cristi Garbo con “Oliva a la deriva” en La Gleva

En “Oliva a la deriva” hay un lenguaje que no es explícito, pero que, pese a ser subliminal, es fácilmente inteligible

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Teatro   Jango Edwards y Cristi Garbo

 

El payaso estadounidense Jango Edwards es una figura destacada en su género que, después de una exitosa carrera, principalmente desarrollada por Europa, se ha asentado en España y concretamente en Barcelona, fijando su lugar de creación, como artista residente, en La Gleva. Para los que no conozcan este mínimo espacio escénico, les explicaremos que La Gleva es un teatro minúsculo situado en la calle de ese mismo nombre, muy cerca de la Plaza Molina, cuyas características son ideales para los montajes de pequeño formato. Como es el caso de “Oliva a la deriva” (”Oliv A. Drift”) un montaje en el que Jango dirige a Cristi Garbo transformada en una payasa atípica y entrañable.


Teatro   Jango Edwards y Cristi Garbo


Oliva a la Deriva


Resulta difícil describir un espectáculo protagonizado por una payasa en la que casi no utiliza su voz -aunque sí lo hace esporádicamente en castellano y catalán e incluso interpreta algunas canciones en inglés- y no hay más hilo argumental que el que se desprende de su propia actuación. Jango y Cristi dicen que el personaje que esta interpreta “es una payasa perdida en medio de un proceso en el que no sabe si está arriba o abajo, a fuera o dentro, ni tampoco de donde ha venido ni hacia dónde va. La pérdida representará en esta obra una parte legítima del proceso de encontrarse. La protagonista se enfrenta a una situación en la que cree que no puede hacer nada para conseguir un cambio, pero desconoce que se pueden encontrar respuestas en el simple placer de la sorpresa”.


Cristi, que reivindica el espectáculo cabaretero, va caracterizada como augusta o carablanca (aunque no lleve maquillado el rostro de este color) porque asume el papel si no del payaso tonto, sí del inocente, el que carece de segundas intenciones y no pretender ser más listo que los demás. Y precisamente es en esa ingenuidad, que enhebra con una creciente dosis de complicidad con el público, donde se encuentra la clave de una actuación que cuenta con parvos elementos escenográficos y muy poco atrezo. Eso sí, Garbo está casi siempre acompañada por un elemento consustancial con su trabajo que es la música, reiteradamente repetitiva, pero adaptada puntualmente a cada uno de sus cuadros.


En “Oliva a la deriva” hay un lenguaje que no es explícito, pero que, pese a ser subliminal, es fácilmente inteligible. Un lenguaje que huye de la carcajada fácil e intenta seducir al público con la sonrisa, tratando de provocar el mismo sentimiento de ternura que se desprende de cada una de sus actuaciones. Es, por consiguiente, un espectáculo sencillo, lineal, ingenuo, sin trampa, ni cartón, pero que se colige fruto de una preparación concienzuda y exitosa. 

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