Rompe el alma ver como decenas de personas se mueren de hambre en Madaya en plena guerra siria, mientras aquí discutimos por el derecho a decidir o la presidencia del Congreso. Nadie parece darse cuenta de que el mundo se ha vuelto loco, y que caminamos como zombis por los espacios ficticios que han creado mediocres que además presumen de demócratas.
Y sin embargo Madaya está ahí, recordándonos con imágenes de niños esqueléticos y mayores rebuscando entre las ruinas a gatos y perros con los que poder llevar a la boca de sus hijos algún alimento que les alargue la agonía que padecen, que la política solo sirve si es útil a la gente. Se ve que la infamante foto del pequeño Aylan varado eternamente en una playa de la costa turca no ha sido suficiente para que nuestros diputadas y diputados se den cuenta de que "lo suyo" no tiene importancia y que lo que le exigimos en los apartados de justicia social o empleo entra en su sueldo y además, es prioritario.
La paciencia se agota y una nueva sociedad más justa y solidaria llama a la puerta. Abrámosla de par en par.
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