La Cubana rinde un homenaje al teatro de aficionados con “L’amor venia amb taxi” (Romea)
Una comedia ligera de Rafael Anglada estrenada el año 1959 que ha inspirado el último musical de La Cubana con el que se quiere rendir tributo al teatro de aficionados que ha sido la cuna de grandes intérpretes en Cataluña
“Reivindico la locura” dijo con toda seriedad Jordi Milán, director de La Cubana en la presentación en el Teatro Romea de “L’amor venia amb taxi”, el nuevo espectáculo de esta imaginativa, longeva y exitosa compañía teatral catalana. Un espectáculo que tiene un objetivo muy concreto: rendir homenaje al teatro de aficionados -que no amateur- de Cataluña, realizado en el seno de diversas entidades religiosas, cívicas o populares y que ha sido la levadura de una fortísima afición popular por el arte dramático con una consecuencia ambivalente: la creación de un público numeroso y fiel y el descubrimiento de intérpretes que, fogueados en estos modestos escenarios, han acabado convirtiéndose en grandes figuras de la escena. Les haré un confesión: yo también hice teatro de aficionados en una entidad que se aproxima a centenaria, la Agrupación Artística La Antorcha, aunque nunca pasé de modesto partiquino.
Pues bien “L’amor venía amb taxi” llega al Romea y no por casualidad porque, como explicó Jordi Milán, fue en este teatro donde La Cubana presentó su primer espectáculo bajo techo -los anteriores habían sido al aire libre- y porque además está situado en un espacio mágico de la ciudad, un área de acaso no mucho más de un kilómetro cuadrado pero en la que coincidieron profesionales profundamente ligados al teatro, tanto el de aficionados, como el profesional: el taller de escenografía de los hermanos Salvador, el almacén de vestuario de los hermanos Peris, el establecimiento de pelucas Damaret y la legendaria Librería Millà, proveedora de textos teatrales de todo tipo. Un espacio urbano en el que se encuentra situado el propio Romea y hay o hubo otros teatros, tales el Poliorama, el Principal, el Liceo o el Guimerá y la sala Mozart.
“L’amor venía amb taxi” fue una comedia ligera que escribió el actor Rafael Anglada y que se estrenó en el teatro de la calle Hospital en 1959, un año en el que se gestaban grandes cambios en la vida tanto de Barcelona, como de España: las reformas urbanísticas del alcalde Porcioles, con el soterramiento de la línea férrea de la calle Aragón, la desaparición de las barracas de Montjuic o la planificación de las nuevas rondas, mientras que el ambiente político iba liberalizándose tímidamente con la normalización progresiva del teatro en catalán y la llegada de los primeros turistas. De ahí que La Cubana haya escogido aquel título porque además fue una obra de referencia en el repertorio de los teatros de aficionados. Claro que del texto de Anglada ha quedado poco más del título porque Milán, con Toni Sans y Rubén Montaña, han escrito el libreto de un auténtco musical que traerá a colación músicas de ayer y otras nuevas con las que se hilvanará una obra divertida con el sello indudable de La Cubana.
Y no nos resistimos a finalizar esta crónica sin explicarles una anécdota que contó Josep María Pou en la presentación. Resulta que Milàn no tiene temor alguno en utilizar en la escenografía y simbología del espectáculo el amarillo, que en el ambiente teatral es un color maldito por cierta desgracia atribuida a Molière. Pues bien, el primer valiente que se atrevió a romper con este maleficio fue otro actor barcelonés, Adolfo Marsillach, en 1973 en una obra en la que Pou intervino y en la que utilizó el amarillo. El director del Romea explicó que, tras el estreno, falleció primero un electricista, luego el empresario y al poco tiempo la ETA asesinó al almirante Carrero Blanco, presidente del gobierno, lo que obligó a suspender las funciones cinco días. Pou aseguró que es supersticioso pero…
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