“Super sapiens”, un inquietante montaje teatral en un espacio multidisciplinar
Una obra originariamente de pequeño formato transformada en montaje espectacular por obra y gracia de la tecnología utilizada y del espacio disponible
Uno de los fenómenos más curiosos, y alentadores, de la actualidad teatral barcelonesa es la naturalidad con que obras de pequeño formato que encuentran su acomodo en salas “on el teatre batega”, cuyo aforo suele oscilar entre las 50 y las cien butacas, pueden posteriormente ser transferidas a otros teatros más comerciales y con una capacidad notablemente superior. Lo hemos venido constatando con no escasa reiteración y desde luego con satisfacción pues ello quiere decir, sin duda, que ciertas experiencias teatrales que a veces no son capaces de seducir inicialmente a los programadores más convencionales sí en cambio puede ser asumidas por estos cuando constatan su validez comercial.
Pues bien, una de estas experiencias es la que se ha producido en el Poblenou donde acaba de reponerse “Super sapiens”, un texto que Sergi Belbel estrenó en la diminuta sala Flayhard de Sants. Con una peculiaridad añadida: el montaje inicialmente mínimo ha encontrado acomodo en una gigantesca nave industrial del número 121 de la calle Llull, readaptada como espacio escénico con una original estructura de asientos desplazables -no demasiado confortables, todo hay que decirlo- y un montaje escenográfico constituido por una inmensa construcción de tubos metálicos provistos de efectista luminotecnia. La transferencia de un lugar a otro del texto teatral con dramaturgia de Roc Esquius ha supuesto una transformación copernicana del montaje inicial. Lo que tuvo en su momento de intimista, se ha transformado en magnificente y la posibilidad de utilizar tecnologías de sonido y luminotecnia ha permitido convertir un texto ciertamente inquietante en poco menos que obra espectacular de teatro fantástico.
Y en efecto, si hay un cine fantástico del que Sitges es un buen ejemplo, también este género puede darse en el arte escénico cuando los mimbres de lo que se desarrolla sobre el escenario tratan de suscitar la inquietud del espectador sumergiéndole, como es el caso, en la posibilidad de convertirse en testigo activo o pasivo de la sumisión a unos extraños seres que son los que dan título a la obra: los super sapiens”. Y todo ello mediante la actuación de dos únicos personajes: el hombre poderosos -en este caso, identificado como un consejero de Salud del gobierno autónomo catalán y una extraña visitante que le sume en un universo desconocido y le conduce a un final críptico e inesperado, papeles que encarnan Marta Torné y Enric Cambray.
El gigantesco aderezo escénico montado en esta nave industrial permite a Belbel mover a los personajes desde lo que parece un modesto despacho administrativo a un circuito que se desarrolla a lo largo y ancho del laberinto metálico disponible a tal efecto y en el que la palabra queda subrayada por los efectos de luz y entreverada por espasmódicas ráfagas musicales, lo que produce en muchos momentos un sensación de imaginario terror o, al menos, de inevitable desasosiego frente a las temibles turbulencias de la inteligencia artificial.
Cuando la función termina, los espectadores son invitados a encontrar la salida siguiendo un camino que, a modo de juego, les obligará a pronunciarse sobre cuestiones vitales en uno u otro sentido en uno u otro sentido. Todo ello hace de “Super sapiens” una experiencia imaginativa, insólita, en alguna medida provocadora, pero en todo caso novedosa.
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