España y Catalunya baten récords en la reducción del desperdicio alimentario: los hogares, el mayor desafío
En el marco del Día Internacional de la Concienciación sobre las Pérdidas y el Desperdicio de Alimentos, la implementación de políticas, leyes y la concienciación social son esenciales para disminuir esta práctica cotidiana.
En 2024, los hogares catalanes desperdiciaron 173.960 toneladas de alimentos, mientras que en España la cifra ascendió a 1.125 millones de kilos. Aunque se han logrado avances en la reducción del desperdicio, la implementación de políticas y leyes como la Ley 1/2025 son esenciales para continuar con los esfuerzos. España logró reducir el desperdicio alimentario un 4,4%. En Catalunya, la comida deperdiciada representa un coste económico de 902 millones de euros. A pesar de los avances, la lucha contra el desperdicio continúa siendo una prioridad.
Desperdicio alimentario en España: avances y retos
El Informe del desperdicio alimentario en España 2024, elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), revela que el país ha conseguido reducir un 4,4 % el volumen de alimentos y bebidas desperdiciados respecto a 2023, evitando que 51,54 millones de kilos o litros acabaran en la basura. Esta reducción coloca el desperdicio total en 1.125 millones de kilos o litros, lo que representa una disminución acumulada de casi un 20 % desde 2020.
El informe detalla que el desperdicio per cápita descendió a 24,38 kilos o litros por persona, consolidando una tendencia a la baja sostenida en los últimos años. La tasa global de desperdicio se situó en un 3,7 % del total de alimentos y bebidas adquiridos, es decir, de cada 100 kilos o litros comprados, 3,7 se tiraron.
El ministro Luis Planas subrayó que “2024 marca un punto de inflexión en la lucha contra el desperdicio alimentario. Esta norma nos permite combatir el desperdicio, empoderar a consumidores y empresas y avanzar hacia un modelo de consumo más eficiente, responsable y sostenible”. Según el informe, esta evolución positiva es fruto de la combinación de políticas públicas, campañas de sensibilización y nuevos hábitos sociales, como una mayor planificación de compras, la utilización de teletrabajo que favorece la comida casera y la creciente conciencia ambiental vinculada a la sostenibilidad.
Catalunya: el hogar como principal foco de desperdicio
En Catalunya, los hogares representan el epicentro del desperdicio alimentario. Según el informe encargado por el Departament d’Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació y elaborado por los centros de investigación CREDA e IRTA, los hogares catalanes desecharon más de 173.960 toneladas de alimentos en 2024. Esta cifra equivale a 63 kg de comida por hogar que nunca llegó al plato, con un coste económico de 902 millones de euros, es decir, 330 euros por familia y 112 euros por persona.
El desperdicio alimentario en Catalunya también genera un alto impacto ambiental. En 2024 se emitieron 462 millones de kilos de CO₂ equivalente para producir, distribuir y comercializar los alimentos que acabaron desechándose, incluidos líquidos y bebidas vertidos por el fregadero.
Para revertir esta situación, el Govern ha puesto en marcha la cuarta edición de la campaña “Aprofitem els aliments”, que coincide con el 29 de septiembre, Día Internacional de la Concienciación sobre las Pérdidas y el Desperdicio de Alimentos. La campaña busca sensibilizar sobre la importancia de planificar las compras, aprovechar las sobras y conservar correctamente los alimentos. Participan actores del sector de la restauración, la Fundación Espigoladors, la Plataforma Aprofitem els Aliments y otras organizaciones del sector agroalimentario, fomentando una cultura de consumo responsable y sostenible.
Fuera del hogar: avances en la reducción del desperdicio
El desperdicio alimentario fuera del hogar también ha mostrado mejoras significativas en 2024. Según el MAPA, se tiraron 28,03 millones de kilos o litros, un 8,8 % menos que en 2023, lo que representa solo el 2,5 % del total desperdiciado. Esta reducción se ha logrado gracias a la implementación de buenas prácticas en hostelería, restauración y comercios, así como a la entrada en vigor de la Ley de Prevención de Pérdidas y Desperdicio Alimentario, que promueve la donación de excedentes, la optimización de procesos y el uso de envases reutilizables.
Ley de prevención de pérdidas y desperdicio alimentario
La Ley 1/2025, aprobada por el Congreso de los Diputados, establece que todos los agentes de la cadena alimentaria deben disponer de un plan de prevención del desperdicio. La norma permite a empresas y establecimientos donar excedentes con seguridad jurídica, reducir costes y optimizar procesos. Además, fomenta el uso de envases reutilizables, la formación en etiquetado para distinguir entre fechas de caducidad y consumo preferente, y refuerza la obligación de facilitar acuerdos de donación.
Luis Planas ha afirmado que “Aquí no se tira nada” ya no es un lema, sino una realidad creciente en hogares, restaurantes, comercios y empresas, y que cada alimento salvado representa el esfuerzo de toda la cadena agroalimentaria: agricultores, ganaderos, transportistas y distribuidores.
Día Internacional de la Concienciación sobre las Pérdidas y el Desperdicio de Alimentos
Cada 29 de septiembre se conmemora esta jornada global, proclamada por la Asamblea General de la ONU en 2019, con el objetivo de sensibilizar a la sociedad sobre la magnitud del desperdicio y fomentar acciones concretas. En este marco, iniciativas como REDONA en València y Aprofitem els aliments en Catalunya conectan excedentes con entidades sociales, reducen la huella ambiental y fortalecen la economía circular.
Hacia un modelo de consumo más sostenible
El desperdicio alimentario en España y Catalunya muestra avances claros, pero persisten retos significativos. La combinación de políticas públicas, educación ciudadana, campañas de sensibilización y leyes como la Ley 1/2025 constituye la hoja de ruta hacia un modelo de consumo más responsable, eficiente y sostenible. Cada kilo de alimento salvado representa un triunfo colectivo y un paso hacia la reducción del impacto económico y ambiental del desperdicio, así como un compromiso con la seguridad alimentaria y la sostenibilidad del planeta.
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