Gaza: crimenes de guerra, rehenes y Hamás
La ONU, ha pasado a exigir alto el fuego inmediato, liberación de rehenes y rendición de cuentas.
Lo que ocurre en Gaza condensa la crudeza de un conflicto que ya ha desbordado cualquier lógica militar o política. Desde el 7 de octubre de 2023, cuando Hamás atacó el sur de Israel dejando más de 1.200 muertos y 251 secuestrados, la palabra “rehén” se ha convertido en símbolo de una herida abierta y dolorosa. Este 8 de septiembre de 2025, 48 personas siguen retenidas en la Franja y el ejército israelí estima que apenas unas 20 continúan con vida. El reciente vídeo difundido por Hamás, en el que aparecen Guy Gilboa-Dalal y Alon Ohel, no es solo un acto de propaganda: es también un recordatorio de la fragilidad humana. Las familias de los rehenes israelíes con sus manifestaciones, cartas y símbolos de resistencia han demostrado que la política se vuelve estéril si olvida el rostro concreto de todas las víctimas.
La comunidad internacional, sin embargo, sigue atrapada en un equilibrio imposible entre condenas, vetos y negociaciones. España, Irlanda o Noruega califican la ofensiva israelí de genocidio, mientras Estados Unidos y otros aliados occidentales siguen blindando a Israel diplomáticamente y militarmente. Mientras Egipto y Catar hacen de mediadores, pero el reloj avanza en contra de quienes aún sobreviven en túneles y celdas.
Foto: Europa Press / Contacto / Yael Guisky Abas - Only For Use In SpainGaza2
La ONU, ha pasado a exigir alto el fuego inmediato, liberación de rehenes y rendición de cuentas. Aun así, la sensación es de impotencia: demasiados gobiernos miran la guerra como un tablero estratégico, mientras 48 familias israelíes esperan que les devuelvan a sus seres queridos. Imaginemos por unos segundos: ¿qué sentiríamos si un familiar estuviera retenido en contra de su voluntad durante dos años en pésimas condiciones o si durante el mismo tiempo viviéramos sin saber si está vivo o muerto?. La empatía y el respeto en esta historia tienen que mirar en todas las direcciones porque es lo decente y lo humano.
Un mundo dividido y la ONU paralizada
Las posiciones de los países frente a Israel reflejan un mapa de fracturas profundas. Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Canadá, Italia, Japón o India mantienen su apoyo firme a la seguridad israelí, aunque a menudo reclaman moderación y respeto al derecho internacional.
En contraste, países como España, Irlanda, Noruega, Islandia, Luxemburgo o Eslovenia han apostado por reconocer al Estado palestino, imponer sanciones y denunciar un “genocidio” en Gaza.
Los países árabes, con matices, se inclinan por condenar la ofensiva israelí, aunque Emiratos Árabes, Marruecos y Baréin mantienen vínculos diplomáticos nacidos de los Acuerdos de Abraham. Los Acuerdos de Abraham son un conjunto de tratados diplomáticos firmados en septiembre de 2020 entre Israel, Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, con el respaldo de Estados Unidos, cuyo objetivo principal fue normalizar las relaciones diplomáticas, comerciales y de cooperación entre estos países. El mismo es internacionalmente muy relevante dado que, durante décadas, muchos países árabes no reconocían a Israel como Estado. Estos acuerdos rompieron con esa tradición, marcando un giro en la política de Medio Oriente. Y aunque no han resuelto el conflicto palestino, sí ha cambiado el mapa diplomático de la región.
Por su parte, Egipto y Catar se reservan un rol pragmático: no se limitan a condenar, sino que median directamente para salvar vidas. Este mosaico de alianzas y tensiones explica por qué las resoluciones de la ONU se aprueban con abrumadora mayoría, pero con un puñado de votos en contra capaces de paralizar cualquier acción efectiva.
Hamás, un actor escollo, en la mesa de negociación
En cuanto a Hamás, el consenso internacional es desigual y a menudo marcado por la ambigüedad. Occidente, con Estados Unidos y la Unión Europea a la cabeza, lo mantiene catalogado como organización terrorista, lo que condiciona cualquier negociación oficial. Los países árabes, por su parte, aunque critican la ofensiva israelí, no suelen avalar públicamente a Hamás: Egipto y Catar lo toleran como interlocutor indispensable para lograr acuerdos, mientras otros gobiernos lo rechazan abiertamente por temor a su influencia en la región.
Incluso países que apoyan la causa palestina diferencian entre el derecho a la autodeterminación y la legitimidad de Hamás como actor político.
Esta dualidad —terroristas para unos, resistencia armada para otros— es precisamente lo que convierte las negociaciones en un terreno minado, donde salvar a los rehenes exige lidiar con una organización aislada en lo diplomático.
La postura de la ONU con respecto a Israel y Hamás se ha endurecido con el paso de los meses. Mientras denuncia los ataques indiscriminados de Israel contra la población civil y exige un alto el fuego inmediato, también condena explícitamente a Hamás por el uso del secuestro y el terror como instrumentos de guerra. Es una postura que no adoptan en sus discursos los mandatarios mundiales. Algunos, de forma irresponsable, cargan las tintas solo sobre un lado de la trinchera, cuando debería avanzar la condena en ambas direcciones sin distinción y a la misma velocidad.
Las resoluciones de la Asamblea General y las advertencias del secretario general António Guterres insisten en que ambas partes violan el derecho internacional humanitario: Israel al recurrir a la fuerza desproporcionada y al bloqueo de Gaza, Hamás al atacar deliberadamente a civiles y mantener rehenes bajo condiciones inhumanas. La ONU, lejos de legitimar a Hamás como interlocutor político, lo sitúa en el mismo plano de responsabilidad que al Estado israelí, dejando claro que ninguna causa justifica crímenes de guerra.
Solo un tercio de los palestinos se oponen a Hamás
La relevancia política de Hamás tuvo su auge en 2006 cuando ganó las elecciones legislativas en Gaza, imponiéndose sobre otros partidos de larga trayectoria como Al Fatah o el Frente Popular para la Liberación de Palestina. La percepción de Hamás como una amenaza por parte de Al Fatah generó crecientes tensiones entre ambas facciones, culminando en un enfrentamiento abierto por el poder en 2007.
Aunque Al Fatah mantuvo su dominio en Cisjordania, Hamás tomó el control total de la Franja de Gaza. Esta división dejó a la política palestina y generó preocupaciones adicionales a Israel, ya que, a diferencia de Al Fatah —que cree en la solución de dos estados—, Hamás considera que Israel debe desaparecer y que solo puede prevalecer un estado: el de Palestina.
Desde entonces, Israel comenzó a aislar la Franja de Gaza, un bloqueo que ha causado diferentes crisis humanitarias entre los habitantes de la zona a lo largo del tiempo.
En el periodo comprendido entre 2008 y 2021, Israel vivió en un estado de permanente tensión con Hamás. El constante goteo de cohetes del grupo terrorista sobre territorio israelita elevó la tensión en al menos cuatro ocasiones, resultando en sendos conflictos armados, en algunos de los cuales Israel ha llegado a penetrar temporalmente en Gaza con fuerzas terrestres para “segar la hierba”, utilizando la terminología de las IDF. La primera guerra desencadenada por Hamás, en 2008, resultó en la ofensiva militar israelí ‘Plomo Fundido’, que duró aproximadamente un mes. La segunda ocurrió en 2012, y culminó con el reconocimiento de Palestina como Estado observador ‘no miembro’ por la Asamblea General de la ONU. El tercer brote armado, en 2014, se inició debido a ataques desde Gaza, culminando en una ofensiva terrestre israelí y un alto el fuego temporal en agosto. Finalmente, la cuarta guerra, en 2021, comenzó con el lanzamiento de cohetes desde Gaza y ataques aéreos israelíes, precedida por disturbios en Jerusalén Este.
Una encuesta de junio de 2023 realizada por el Centro Palestino de Investigación de Encuestas y Políticas (PCPSR) mostró que más de la mitad de los palestinos en Gaza y Cisjordania votarían por Haniya de Hamás en lugar del presidente de la ANP en una elección presidencial, mientras que solo un tercio de los palestinos elegiría a Abbas.
Israel advierte que no cesará hasta acabar con Hamás en la Franja, tanto militar como políticamente pero algunas voces advierten que ello no es factible, pues al ser una organización popular, con arraigo entre la población palestina, nuevos integrantes regenerarían Hamás y aunque Israel acabase con sus líderes, la organización seguiría en pie. Además, el coste de eliminar a Hamás “va a ser elevado para Israel porque la población de Gaza, por muy anti-Hamás que sea, no va a perdonar la destrucción que está provocando”.
En Gaza, se batalla en resolver muchos desafíos al mismo tiempo: no es solo liberar a los rehenes o parar un genocidio o dejar inoperante a una organización terrorista como Hamás, sino recordar que sin humanidad no hay victoria posible para nadie.
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