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Se trata de un musical de pequeño formato, género que ha tenido un extraordinario arraigo en Nueva York y en otras ciudades adelantadas en el mundo del espectáculo
No es fácil hacer teatro con los tiempos que estamos viviendo. De ahí que abunden las reposiciones de obras estrenadas en temporadas anteriores, circunstancia que permite disfrutar de aquellas que, en su momento y por cualquier causa que posiblemente hayamos olvidado, nos perdimos. Por ejemplo, “Barcelona 24H” que acaba de reponerse en el Teatro Gaudí.
Se trata de un musical de pequeño formato, género que ha tenido un extraordinario arraigo en Nueva York y en otras ciudades adelantadas en el mundo del espectáculo porque permite desarrollar proyectos sin necesidad de realizar las cuantiosas inversiones que exigen los grandes musicales convencionales. En este tipo de espectáculos sólo es necesario que la música sea pegadiza, el argumento agradable y, lo más importante, los intérpretes idóneos. Porque todo va a recaer sobre ellos. ¿La escenografía, el vestuario? No diremos que son prescindibles, pero basta con elementos sencillos fácilmente transformables o movibles y ropa de calle. Eso sí, aderezado con mucha ilusión y ganas de hacer pasar un rato divertido al público.
Pues bien, tales condiciones las reúne “Barcelona 24H”. Sobre un texto y una partitura de Pau Barbarà, con arreglos y dirección musical de Didac Flores, Marc Flynn ha compaginado el quehacer escénico de Laia Fontàn, Jaume Casals, Anna Piqué y Àlex Sanz. Los cuatro habían participado previamente en otros musicales y su experiencia se detecta fácilmente en la soltura con la que interpretan los respectivos papeles, la maestría con la que combinan texto hablado -parvo, mínimo- con los cantables y, en fin, y el dinamismo con el que se mueven en escena desde los cuatro frentes que ofrece este teatro de forma cuadrangular, que permite que la acción surja de cualquiera de esas esquinas.
No hace falta decir que el hilo argumental es sencillo, aunque los personajes resultan creíbles en una Barcelona que identificamos de inmediato con el Paralelo y la Sala Apolo: tales la fotógrafa que acaba de romper su relación sentimental, la chica pija de Sarriá, el muchacho romántico o el ejecutivo ambicioso y superficial que se encuentran y tejen una red de relaciones que constituyen el eje de la acción dramática con la colaboración puntual del dependiente “paki” del comercio 24 horas, papel que combina el ejecutor de la partitura.
“Barcelona 24H” es, por tanto, el clásico musical cuyo verdadero trasfondo es el homenaje a una ciudad alegre y faldicorta, en la que reside una juventud que quiere vivir, pero también divertirse, que desea conseguir vivienda propia e independizarse, pero que se ve obligada a mantenerse colgada de sus padres. Añadiríamos que en un tiempo en el que abundan los ingredientes “picantes”, es, pese a que el sexo está circunstancialmente presente, una obra ingenua, sin anfractuosidades, agradable y entretenida y adecuada casi, casi para todos los públicos.
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