Guía para cumplir los propósitos de año nuevo

Dejar de fumar, ir tres mañanas a la semana en la piscina, comer más sano, dedicar más tiempo a la familia. Estos son sólo algunos ejemplos de los propósitos que nos solemos hacer cada vez que comienza una nueva etapa en nuestra vida y que a menudo identificamos con el arranque de un año nuevo. Pero hasta qué punto somos capaces de cumplir todos estos propósitos? O, ¿por qué nos los hacemos si por la experiencia de años anteriores las probabilidades de fracasar y de frustrarnos son altas? ¿Hay alguna manera de garantizar que cumpliremos los propósitos que nos hacemos?

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Dejar de fumar ir tres mañanas a la semana en la piscina, comer más sano, dedicar más tiempo a la familia. Estos son sólo algunos ejemplos de los propósitos que nos solemos hacer cada vez que comienza una nueva etapa en nuestra vida y que a menudo identificamos con el arranque de un año nuevo. Pero hasta qué punto somos capaces de cumplir todos estos propósitos? O, ¿por qué nos los hacemos si por la experiencia de años anteriores las probabilidades de fracasar y de frustrarnos son altas? ¿Hay alguna manera de garantizar que cumpliremos los propósitos que nos hacemos?



Diversas disciplinas han dedicado esfuerzos a estudiar esta cuestión y tanto desde la sociología como desde la neurociencia se han encontrado respuestas de peso que, además, nos pueden ayudar a formular nuevos buenos propósitos, por lo que efectivamente tengan más opciones de ser alcanzados.



El profesor de psicología y neurociencia de la UOC Diego Redolar, director del programa de investigación de Neurociencia cognitiva y tecnologías de la información (CNIT), explica que en la formulación de nuevos propósitos intervienen dos partes del cerebro: la primera es la parte frontal ventromedial , profundamente vinculada a las emociones, y la segunda, la parte dorsolateral, mucho más vinculada al razonamiento y a la conciencia.



Son partes diferenciadas, pero en la toma de decisiones y en la formulación de nuevos propósitos trabajan interconectadas. Eso sí, no siempre en armonía: «lo que suele ocurrir es que cuando comienza un año o un curso escolar estamos muy motivados, más de la cuenta, y la parte emocional del cerebro prevalece sobre la parte racional a la hora de hacerlo nos propósitos, lo que descontextualiza nuestro propósito de la realidad en que vivimos y nos impide valorar la casuística de nuestro contexto, lo que hace que, a la hora de la verdad, nos cueste mucho de cumplir », explica Redolar.



Para Francisco Núñez, sociólogo y profesor de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, estudioso hace años de las emociones humanas desde la óptica sociológica, «tendemos a creernos nuestra propia propaganda sencillamente porque es una práctica terapéutica , porque imaginar produce placer, aunque luego no logramos cumplir nuestro propósito totalmente ». El principal peligro, dice, es la frustración que aparece cuando, año tras año, fracasamos. Esta frustración periódica, sin embargo, se puede combatir mediante técnicas sencillas que, además, en consecuencia, favorecen grados de cumplimiento más elevados de nuestros propósitos.





Técnicas para cumplir los propósitos



Desde el ámbito de la neurociencia, Redolar explica que toda técnica destinada a mejorar el grado de cumplimiento de un objetivo o propósito que nos hemos fijado para un año nuevo debe intentar compensar la desventaja del que suele partir la parte racional del cerebro: «A la hora de hacer un nuevo propósito, es necesario que forzamos nuestra mente a valorar racionalmente las especificidades del momento, los recursos reales y el tiempo que tenemos para cumplir lo que nos exigimos; hay que tratar de no confundir lo que razonadamente queremos y que puede ser a largo plazo, con lo que emocionalmente nos apetece en un instante concreto, como fumar un cigarrillo a pesar de que en realidad lo que queremos sea dejar de fumar ».



Núñez, en la misma línea, propone algunos trucos prácticos: «escribir en un papel los propósitos y definirlos en acciones concretas y en el tiempo es una manera de racionalizar los; pasamos de la imaginación a un primer nivel de los hechos y las acciones ». El segundo truco va un paso más allá: «comunicarlo a amigos y conocidos, decirlo; de esta manera sabemos que si no cumplimos lo que decimos, tendremos que soportar una cierta vergüenza social, porque todo el mundo quiere mantener la credibilidad y nadie quiere sentirse traidor; el solo hecho de escribirlo y decirlo nos obliga a añadir dosis de realidad y responsabilidad al propósito y, por tanto, nos facilita el cumplimiento y nos aleja de la frustración ».



Núñeztambé apunta otro fenómeno muy común en los arranques de año y que hay que evitar si lo que queremos es cumplir los propósitos: la procrastinación, es decir, la práctica de posponer o aplazar el comienzo de un cambio de hábitos. «Es una manera de no encarar el problema: decido que tal día dejaré de fumar, pero mientras lo voy haciendo. La cosa mejor, si realmente pienso que lo puedo hacer, es empezar a entrenar ahora mismo con un plan para fumar menos cada día de modo que, cuando llegue el día señalado, pueda dejar de fumar del todo; y si, además, lo he escrito en un papel y lo he dicho a todos mis conocidos, las probabilidades de éxito son más altas. 

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