Perdimos el primer lugar

Lilia Cisneros


Encuesta


Una de las modas que pretenden nuestro pronto arribo a la humanidad “Matrix”, son las encuestas. Por supuesto que como instrumento de medición realizadas con métodos probados, son más que válidas; sin embargo cuando se convierten en una suerte de predicción de futuro o algo similar que alguien paga como para saber si ganará una contienda –sobre todo electoral- o si venderá cierto producto por encima de su competencia, el bumerang regresa y da en la cabeza a los futurólogos. Casos que abonan a esta tesis se han dado en las últimas elecciones y sin ocuparnos ahora de los 9 o 10 puntos por encima de Trump de la candidata demócrata en los Estados unidos, vuelve a llamar la atención y hasta se sufre porque México perdió el primer lugar en “felicidad”[1].


Luego de escuchar los comentarios de una veintena de personas, informadas y preocupadas por nuestra nación ahora que se aumentaron los precios de las gasolinas, la electricidad y el gas, además de procurar dilucidar el porque las posibilidades de gobernar nuestro México lindo y querido dependen de cómo se de el resultado de un encuentro cuasi boxístico entre los maestros disidentes contra los empresarios y comerciantes afectados por los bloqueos; empecé a hacer una lista de preguntas que quizá algún encuestador decida incluirlas en su próximo sondeo.


¿Son los secretarios de gobernación y de hacienda, los patrocinadores de dicha justa pugilística? Si este combate que es uno de los más antiguos de la humanidad supone una lucha entre dos de igual categoría y peso, ¿se cumplen tales condiciones en el encuentro entre maestros disidentes y miembros de cámaras de “hombres de presa”? ¿Existe la posibilidad de respeto al otro en este deporte de contacto como lo hizo en varias ocasiones el recién fallecido Cassius Clay? ¿Qué guantes especiales se han aprobado para esta justa en la cual al parecer uno de los contendientes cuestiona el tipo de cuadrilátero –ring- que se ha usado hasta ahora?


Sorpresivamente el señor del SAT, luego de haber asestado un peligroso golpe verbal, advirtiendo lo que no se vale, anunció que en septiembre se iniciarán las auditorías digitales ¿Fue solo para recodar que no se valen golpes bajos? [2] Por lo pronto el público está molesto, el costo de los boletos ha subido sorpresivamente aun cuando la promesa era que se mantendrían como resultado de las reformas. Este escenario, dicen los agoreros, produce una baja en el “índice de confianza”, por los resbalones de la macroeconomía, el deterioro del poder adquisitivo y la segura caída del producto interno bruto. ¿Por qué se borró del cartel “olímpico” el joven echado para adelante, que aseguraba poder vencer a la CNTE?


Y como todo buen y seguro negocio, el box es replicado en otros cuadriláteros -algunos repletos de lodo- y ahí están Duarte y Yunes intercambiando golpes en un intento, cuando menos, de empatar.


Cansada del puntual reporte de hechos delictivos que nos recetan machaconamente los noticieros, salí a recorrer algunos sitios de lo que dejó de ser el distrito federal para corroborar si aparece alguna sonrisa en mis conciudadanos, encontrando que en el ángel de la independencia rostros adustos y casi amenazantes sostenían mantas en contra del aeropuerto planeado sobre el lago de Texcoco. Por supuesto varios conductores me mostraron su peor mueca acompañada de estridentes claxonazos cada vez que me detuve para dar el paso a un peatón o respetar la vida de los ciclistas y motociclistas prepotentes gozando de su superioridad normativa ejercida hasta en los carriles que no les tocan.


Al caminar por el mercado de Coyoacán me sobresaltó el ensimismamiento de mis “marchantes” de siempre, dispuestos a devolver mi sonriente saludo para luego contarme sus penurias por los altos precios de los insumos; y así en la plática con el “se lo cuido”, la vendedora del almacén para ricos y hasta la joven que no acertaba a decidir si compraba los rebajados zapatos rojos o los negros con blanco, encontré cierta explicación de cómo es que perdimos el honroso primer lugar en los sondeos mundiales acerca de la felicidad.


Ignoro si se puede ser feliz, cuando el egoísmo se eleva a dinteles no imaginados y vemos que muy pocos piensan en el país como algo propio, concentrándose en los intereses de grupo, sea PRD, MORENA, PRI, PAN, empresarios o maestros. La insatisfacción parece estar en relación directa con un sentimiento de incomprensión, manifestándose en expresiones groseras. Casi todos se quejan de no ser atendidos y exigen el cumplimiento de la ley, aun cuando cada cual esté dispuesto a saltarla si le beneficia. Se quejan de las marchas pero conceden razón a los manifestantes; parece haber consenso en el juicio de deshonestidad en contra del otro y se evita explicar como es que siendo vendedor ambulante de quesos de Oaxaca o flores de la central de abasto su auto es de mejor modelo que el mío.


En una realidad de pérdida casi total de autoestima, donde los derechos humanos son retórica, la venganza se impone por sobre la justicia y los privilegios de la amigocracia son más importantes que los conocimientos académicos y de vida, pareciera que ser vencidos en algo más que un partido de futbol, si puede afectarnos no solo por haber perdido frente a nuestro vástagos el respeto que nosotros tuvimos por los mayores [3] sino porque nos golpea en la cara la profundidad de las consecuencias de haber cedido en los “poquitos” cotidianos al grado de haber perdido el control de todo. Aun con lo que nos abruma el ser considerados el pueblo más feliz del planeta era una suerte de esperanza para vencer la mediocridad y la corrupción, hoy, ni eso nos queda.




[1]Varias universidades en el mundo -Palermo, España, Chile- han realizado investigaciones sobre la materia y parecen coincidir en que la felicidad individual está muy vinculada con el aumento del ingresos.


[2] Se coincide que fue en 1743, cuando surgen las primeras normas para regular este “deporte” de los golpes, siendo en 1889, cuando se establecieron reglas universales –supuestamente por el marques e Queensberry- entre ellas el uso de los guantes.


[3]Me tocó ver a un chico de 9 años crear todo un caos, corriendo en medio de carcajadas por el restaurante de Liverpool, retando al padre, las meseras y todo el mundo hasta que descompuso una de las puertas automáticas, con la cual se estrelló una mujer de edad apoyada en su bastón. 


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