Con cierta frecuencia me preguntan por la diferencia entre psicólogos y psiquiatras. Aunque no deja de sorprenderme que no se distinga a los unos de los otros, reconozco que hay motivos para la confusión. Intentaré aclararla con un ejemplo.
Hace un par de meses recibí la llamada de una amiga con el temido “oye, tú que eres psicólogo…”. Me cuenta que desde hace años sufre parestesias (sensación de hormigueo y adormecimiento de alguna parte del cuerpo), con más frecuencia e intensidad en el mes de junio. Ella, que es profesora, lo asocia puntualmente al estrés del fin de curso pero sabe que las verdaderas causas de su ansiedad y de los síntomas asociados vienen de lejos. Es consciente de que la única y definitiva solución pasa por hacer una psicoterapia pero, claro, como ahora no tiene tiempo para eso me pregunta si conozco alguna técnica que pueda auto-aplicarse para detener su malestar. Desconfiado de las “técnicas” psicológicas lanzadas al vuelo termino recomendándole que llame a un amigo común, psiquiatra, y le pregunte si puede recetarle algun medicamento que la relaje momentáneamente.
Esta es la única diferencia, en la práctica, entre psicólogos y psiquiatras: estos pueden prescribir medicamentos. Esto es así es porque son licenciados en medicina, mientras que los otros lo somos en psicología. Por lo demás, ambos somos igualmente expertos en psicopatología (el estudio de los trastornos mentales) y trabajamos del mismo modo: nos comunicamos verbalmente con nuestros pacientes e intentamos influir en ellos para cambiar, mitigar o eliminar los pensamientos, comportamientos y síntomas que les hacen sufrir. Es decir, hacemos psicoterapia. Pero, y aquí la cuestión, ¿es la psicoterapia, así entendida, un acto médico o un tratamiento psicosocial? Yo creo que se trata de lo segundo.
La capacidad de medicar, no lo perdamos de vista, es sinónimo de jerarquía y poder. Por eso, en países como Estados Unidos, los psicólogos están como locos por obtener la autorización para prescribir psicofármacos, o sea, por igualarse a los médicos-psiquiatras. En el seno de la American Psychological Association, principal institución defensora de los intereses de los psicólogos, existe un movimiento muy activo para conseguir dicha autorización con el argumento de ofrecer un mejor servicio a los pacientes. Desde que en 1985 se presentó ante los tribunales la primera petición de este tipo, cerca de un centenar de iniciativas le han seguido. Ya se ha conseguido en los Estados de Luisiana, Nuevo México e Illinois. Iowa está en camino y le seguirán otros. En esos lugares, si el psicólogo acredita determinados méritos entre los que destaca, lógicamente, una formación específica en psicofarmacología, estará autorizado a prescribir medicamentos. Exactamente como un psiquiatra.
Los psicólogos norteamericanos y muchos otros alrededor del mundo están encantados con este “éxito”. Adivinen quién se opone. Los psiquiatras argumentan en contra diciendo que ningún psicólogo posee la formación en medicina general necesaria para prescribir de forma correcta y segura. Tienen razón, la prescripción de medicamentos (y el uso de otras tecnologías) es el acto y la responsabilidad principales de un médico, lo que le distingue de otro profesional. No en vano, “medicar” entronca con “médico” y “medicina”, nada que ver con “psicólogo” y “psicología”. Apoyo, pues, la oposición de los psiquiatras a la intrusión de los psicólogos en el campo médico.
Sin embargo, se da la paradoja de que, a diferencia de los psicólogos, los médicos-psiquiatras carecen de una suficiente formación universitaria en psicoterapia pero están autorizados, de entrada, a ejercerla. Si la psicoterapia, insisto, es un acto psicosocial y no médico, los médicos-psiquiatras no deberían practicarla. No en vano, “psicoterapia” entronca con “psicólogo” y “psicología”, nada que ver con “médico” y “medicina”.
Cuando se extiende una receta se está ejerciendo la medicina y no la psicología. Cuando se hace psicoterapia se está practicando la psicología (ciencia social) y no la medicina (ciencia natural). Repito que no estoy de acuerdo con que los psicólogos recetemos fármacos pues no somos médicos. Pero, por la misma razón, considero que los psiquiatras no deberían ejercer la psicoterapia dado que no son psicólogos. Por tanto, dejemos los psicólogos de querer ser médicos y absténganse los psiquiatras de hacer de psicólogos. En definitiva, se trata de que cada cual se ocupe de lo suyo evitando intrusismos profesionales. Quizás así, cada cual desde la posición que nos corresponde, colaboremos mejor por el bien de nuestros pacientes.
Sin embargo, esto no está siendo así. Los médicos-psiquiatras parecen poseer la capacidad de soplar (practicar la medicina) y sorber (practicar la psicología) al mismo tiempo. Y, para no ser menos, ahora los psicólogos también quieren participar de esta fiesta.
Creo que en vez de reclamar injustamente la autorización a medicar, los psicólogos deberíamos defender nuestra especificidad que no es otra que la práctica psicoterapéutica.
Pero, ya verán, acabaremos consiguiendo recetar medicamentos en todo y (¡ay!) a todo el mundo. Igual soy malpensado, pero detrás de esto intuyo la poderosa mano de las empresas farmacéuticas que promocionarán, si no lo están haciendo ya, esta iniciativa pues les interesa, por encima de todo, que exista el mayor número posible de prescriptores. ¿O acaso les importa que el 80% de los psicofármacos estén siendo recetados por médicos de atención primaria sin formación específica en psicopatología?
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