Que no te falte de na'

Carlos García-García
Doctor en psicología y psicólogo clínico

Regalo


Quizás hayan visto ese video que circula en las redes en el que unos negritos rapados gritan y saltan exultantes al abrir unas cajas repletas de lápices, gomas, cuadernos, peluches… chucherías que compramos en el chino de la esquina y olvidamos inmediatamente en un rincón para volver a adquirirlas sin pestañear. Los niños levantan las cajas, las besan, muestran sus nuevas pertenencias a la cámara que los graba. Mientras contemplamos la escena leemos: "y tú llorando porque no te han comprado el iPhone".


El video apunta, claro, a la deriva hiper consumista del primer mundo y a su principal consecuencia: la queja generalizada. Cuando sabemos que todo está al alcance de nuestra mano, porque ya está en la de nuestro vecino, lo queremos. Y no sólo eso, llegamos a necesitarlo. La clave del marketing (y aquí los de Appel son los amos) es conducir al consumidor más allá del deseo, generar en él una intensa, aunque falsa, necesidad que será colmada por una pasta indecente. De lo contrario, nos sentimos desdichados y nos quejamos infinitamente como si nos faltara el pan para comer.


Ese reluciente iPhone no satisface ninguna necesidad, no es como la sed para el sediento. Más bien viene a rellenar el hueco que va apareciendo en nuestra niñez y que nos muestra a lo largo de la vida que nada, nunca, es suficiente pues somos seres ontológicamente incompletos, comida para gusanos. El truco consiste en hacernos creer que sí, que hay una cosa (y después otra, y otra…) que obturará esa falta esencial que nos angustia.


"No es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita", es una verdad como un templo a la que los genios del marketing han sabido darle la vuelta: "Yo no soy tonto: es más feliz el que más tiene". I want it all (and I want it now). Si lo quieres, lo tienes. ¿Por qué esperar?


Seguidores de este nuevo credo, los buenos feligreses vivimos ansiosos ansiando todo cuanto quieran vendernos. El primer mandamiento de la fe consumista es que no te falte de na'. El segundo, sé feliz a toda costa. El tercero, te lo mereces. El cuarto, tú lo vales. El quinto, todo es posible. El sexto, vive el momento. Cada eslogan publicitario suma una obligación y no cumplirlas todas nos convierte en pecadores condenados al infierno de los loosers. Se trata, en fin, de crear yoes inflados, reventones, caprichosos y, claro, rentables.


¿Acabarán los negritos pegándole una patada a las cajas y llorando porque no les hemos regalado el iPhone? Tic, tac.


Felices fiestas

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