¿Estamos locos o qué?

Carlos García-García
Doctor en psicología y psicólogo clínico

Grito


Camino por la calle empujando la silla de ruedas. Mi madre, vieja y liviana, va hablando de cosas sin sentido al desordenado son del on y el off de sus debilitadas neuronas. Ya casi no me conoce pero, de tanto en tanto, se gira, me sonríe y dice te quiero mucho. Qué paradoja, pienso, que esté cuidando de quien hizo del cuidado a los demás su vida y de quien tantas veces tuve que alejarme porque su amor incondicional me asfixiaba. Me alegra aligerar un poco una deuda que sigue siendo impagable.


Vamos hablando de esto y de aquello, como quien juega a las adivinanzas, cuando veo a lo lejos a un hombre desharrapado que bracea y voceaal vacío. Un pobre loco (¿o un loco pobre?), me digo. Pero, un momento. Miro hacia allí donde dirige su enfado. En la acera de enfrente, en la parada del autobús, veo a otro hombre haciéndole gestos. Ah, malditos prejuicios, estos dos están discutiendo realmente.


Cuando pasamos junto al que he creído loco, le escucho hablar en un idioma que me parece ruso. Extrañado, observo al otro hombre que sigue mirando hacia aquí. Tras él aparece una mujer. Se miran, hablan, señalan el cartel de la ruta del autobús pegado en el metacrilato de la marquesina. Definitivamente, ignoran la presencia del efusivo ruso. Sin embargo, ¿tiene éste la certeza, como yo la he tenido por un instante, de que aquel otro ser humano se está comunicando con él? ¿O, más bien, está debatiendo con quien sea que haya salido de su cabeza y se le ha plantado delante? Sólo él sabe.


Lo dejamos atrás. Aún no se ha apagado su voz cuando veo acercarse, a buen paso, a un señor enchaquetado. Como el ruso, habla a voces y mueve el aire con pequeños y contundentes gestos. Camina mirando al suelo, concentrado en sus palabras. Al cruzarnos, veo que le habla al micrófono inalámbrico de lo que, supongo, es un teléfono escondido el bolsillo de la chaqueta. Pero, ¿y si no hay tal teléfono?, ¿y si, como el ruso, habla con sus fantasmas?


Al dejarla en casa con la maravillosa mujer que cuida de ella, mi madre me dice: lo he pasado muy bien… tú quién eres… te quiero mucho.Y pienso que no hay tantas diferencias entre ella, el ruso, la pareja del autobús, el hombre del auricular, tú y yo.


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