Venezuela: ¿negociar qué?

Alex Fergusson
Ecólogo. Negociador. Profesor-Investigador. Universidad Central de Venezuela. Columnista del diario El Nacional.

Zapatero


Hace unas horas se ha hecho público, que el inefable Sr. Rodríguez Zapatero parece haber presentado a la dirigencia de la oposición una propuesta de negociación que, a grandes rasgos, contiene tres puntos:


-Una agenda electoral para las elecciones regionales este año y presidenciales en el 2018.


-La desmovilización (cese de las protestas de calle) de la oposición.


-La suspensión por parte del gobierno de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC).


Sobre la agenda electoral que propone, es necesario recordar que el gobierno ha venido saboteando cualquier acto de votación; impidió, sin base legal, la realización del Referéndum Revocatorio del mandato presidencial en 2016, y las elecciones de gobernadores debieron haberse realizado hace meses.


De modo que el gobierno está en deuda con la democracia. Elegir a sus gobernantes es un derecho del pueblo y no una concesión graciosa. Si va a haber elecciones estas deberían ser generales, incluida la presidencial, pues está sumamente claro que la mayoría de los venezolanos desaprueba la gestión del Presidente.


En cuanto a la desmovilización de la oposición, creo que abandonar la presión en la calle es casi un acto de rendición. La fuerza de la protesta es, precisamente, la razón principal para que el gobierno y su mandadero vuelvan a plantear la negociación como salida. Se puede mesurar, bajarle el volumen, pero no abandonarla.


Respecto al tercer punto de la agenda, ha sido establecida, hasta la saciedad, la ilegalidad e ilegitimidad de la convocatoria a la ANC, y el rechazo a las tácticas intimidatorias y violatorias de los derechos constitucionales que se han usado para obligar a la gente a votar: amenazas de despido a los funcionarios públicos, chantaje a los participantes de la Misiones, especialmente la de distribución de alimentos, con el cese de sus beneficios, y otras más.


No obstante, la suspensión de la convocatoria a la ANC, sin duda abre caminos para evitar una confrontación que costaría demasiado al pueblo en rebeldía, y liquidaría cualquier esperanza de paz y democracia.


Finalmente, pero no menos importante, está el asunto de los cerca de 100 muertos en las protestas y los centenares de presos, algunos de ellos ilegalmente remitidos a tribunales militares. Estos delitos siguen impunes y sería un acto traicionero, pasar por alto la necesidad de justicia para quienes se sacrificaron, para sus familiares y para la gente y los ideales, en nombre de los cuales se inmolaron.


Así pues, frente a esta propuesta zapatera, el dilema principal es si nos proponemos, simplemente, resolver un conflicto o aspiramos a avanzar hacia un horizonte deseado en el cual se logre construir nuevas formas de relación y la paz.


Si optamos por “resolver el conflicto” solo seremos capaces de abordar lo inmediato, con lo cual los asuntos de fondo seguirán ocultos. Y aunque logremos algo por esta vía, solo estaremos sentando las bases para el próximo conflicto. En esta visión, el foco se centra en los contenidos inmediatos, las causas visibles, y su propósito, frecuentemente único, es llegar a un acuerdo. El proceso se circunscribe, pues, a las inmediaciones de la relación donde surge el problema y tiene, por tanto, un horizonte de muy corto plazo.


Si en cambio, optamos por “avanzar hacia un horizonte deseado”, el conflicto deviene en oportunidad de transformación personal y social, pues modifica las relaciones humanas, impulsa la cooperación mutuamente beneficiosa y fundamenta la necesidad de revisión permanente de las reglas, normas, leyes e instituciones. La negociación, entonces, permitirá crear procesos de cambio constructivo que reduzcan la violencia, incrementen la justicia en la interacción directa y en las estructuras sociales, y responda a los problemas reales que vivimos.


Entonces, negociar? SÍ, pero ¿negociar qué?

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