Parafraseando el título de la magnífica película de Luis Buñuel, podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, quien ganará las elecciones catalanas; no será otra que la burguesía, que con su discreto encanto nubla la visión política de los potenciales electores, y de sus dirigentes, de las formaciones de izquierda.
Su victoria se basa en primer, y fundamental, lugar en haber conseguido que el monotema de campaña sea la bandera, da igual cuál de ellas, con ello ha enfrentado entre sí a la clase obrera y desfavorecida de la sociedad, que irá a votar por temas nacionales en lugar de los sociales, que son su pan nuestro de cada día.
En segundo lugar ha colonizado todas las candidaturas, si ya está presente en las propias, léase JuntsxCat, PP y C’s, están presentes en ERC con un discurso neoliberal al uso y pendientes de lo nacional por encima de lo social, y de la CUP, donde el sector pequeño burgués domina por encima del obrerista, aunque mantengan un discurso de infantilismo de izquierdas.
Y sin olvidar al PSC, quien de ir tanto al centro ya se ha caído en el pozo de la derecha, incluyendo en sus listas a lo más granado de Unió, formación burguesa y carca donde las haya. El lema de campaña es el catalanismo, algo muy burgués, del socialismo luego ya tal.
Los Comuns, prisioneros del discurso burgués, siguen mareando la perdiz con el tema nacional, si bien incluyen el social, pero como le ha ocurrido históricamente a la izquierda siguen sin saber enfrentarse al nacionalismo, y como casi siempre en la historia de las luchas obreras llegan tarde al escenario de la historia.
Y si suponemos que hablo de Madrid, tenemos la crisis del Ayuntamiento, que triste, la izquierda es la única que repite la historia dos veces, incluso ad eternum, y cada vez con más farsa, y se rompe el equipo de gobierno por el tema de las cuentas fiscales de Montoro.
De este modo la burguesía con su discreto encanto va manteniendo su poder, que nada cambie, que todo siga igual. Que tristeza moral e ideológica. Si el evangelista San Mateo escribiera hoy, no incluiría la parábola de la oveja perdida (Mt 18, 12-14), a día de hoy no puede estar el pastor más contento con su rebaño, y éste tan feliz de serlo.
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