“La rumba que tumba” con Paco Aguilera en el Teatro Flamenco
El artista barcelonés regresa de Miami para ofrecer una muestra de su quehacer profesional en el Teatro Flamenco del barrio de la Ribera
“Para hacer rumba flamenca hay que tener «pellizco»” nos dice Paco Aguilera, un artista barcelonés afincado desde hace casi dos décadas en Miami, pero que regresa a su ciudad natal para ofrecer una muestra de su arte en el Teatro Flamenco del barrio de la Ribera.
Hablar con Paco es hacer historia de la tradición flamenca de la ciudad condal que no en vano mereció ser calificada en su día como “la capital flamenca del norte de España”. Él mismo es heredero de esa tradición puesto que si bien hijo de malagueño y aragonesa, nació en Barcelona. Recuerda su infancia cuando vivía en las barracas del Tiro de Pichón, en Montjuic, un cinturón de precarios habitáculos cuya visión parece ser que molestó a Franco cuando acudió a formalizar el acto de entrega del castillo. El jefe del Estado censuró aquel espectáculo y las autoridades del momento tuvieron que apresurarse a buscar soluciones. Al cabo de poco tiempo, habían desaparecido las barracas de la montaña y sus habitantes recibieron pisos de protección oficial. Su familia fue una de las beneficiadas con uno de ellos en el barrio del Besós. Y aunque no es gitano en sentido estricto, si tuvo una abuela que lo era, por lo que no duda en afirmar que “me siento muy gitano a pesar de lo que digan los patriarcas de la etnia y a que no comparto algunas de las cosas que se presumen tradicionales, como el casamiento de las adolescentes a los 14 años; a mi hija me la pidieron y me negué a entregarla”.
Empezó a dedicarse a la música en plena adolescencia. Para entonces Paco ya había manifestado sus cualidades artísticas, que no vinieron de su padre, herrero de profesión y torero de vocación, sino de su tío. “En realidad -nos cuenta- fui un autodidacta que aprendí con el hermano de mi padre y con mi primo y otros chavales amigos. Mi tío Paco había sido guitarrista de Lola Flores y Manolo Caracol y de otras figuras flamencas y mi primo Paco, bailaor. Aprendí a tocar la guitarra con unos chavales con los que me juntaba al salir del colegio y luego estudié con Remolino padre que daba clase en la calle Reina Amalia. Mi padre quería que fuera tocador serio pero a mí me gustaba la rumba, algo en lo que sin duda influyó Peret, que era como de la familia. Recuerda que cuando se hizo pastor fue con mi primo que también se ordenó, y que uno de los primeros discos que grabó Peret fue gracias a mi tío Paco Aguilera”.
Evoca su debut profesional en dos cabarés de las Ramblas: el Tabú –“donde las chicas de alterne me cuidaban con cariño”- y el Villa Rosa del Arco del Teatro, así como su primer disco titulado “Tápate María, tápate” con Rumba 2000 en el legendario sello de Belter.
Paco explica que “yo sé hacer flamenco en sus palos tradicionales, pero me considero un rumbero porque es la música tradicional de Cataluña y además un ritmo alegre, fácil, contagioso, que puedes cantarlo y que se identifica por sus letras, y que lo fusiono con otros ritmos, como el pop, el rock, el funky o el hip-hop. Es una de la músicas más bailables que existen y en todos los países tiene buena acogida, mientras que el flamenco es más difícil de digerir”. Aguilera confiesa que a lo largo de su carrera ha sido fiel al camino que se trazó aunque con el tiempo ha ido mezclando la rumba con otros géneros: “hice un disco con reguetón, también bachata cuando viví en Santo Domingo, o un disco con arreglos árabes en Turquía, no cambié el ritmo sino que lo fusioné con arreglos nuevos”. Lo último ha sido una ranchera con Fernando Allende.
Recuerda con cariño sus actuaciones en Méjico, donde “adoran la rumba” y trabajó veinte años en Alemania, así como en Suiza o Noruega. “La gente piensa que los del norte de Europa son muy fríos, pero no es cierto, se animan mucho.
Durante su actuación en el Teatro Flamenco el domingo 2 de noviembre a la una de la tarde dará un repaso a temas suyos antiguos, porque la gente se los pide mucho, pero también presentará cosas nuevas acompañado de del bajista Petete María, del percusionista Ricardo Tarragona junior y del pianista Carlos Muñoz. Y acreditará una vez más que “la vida es una rumba”, “una rumba que tumba”.
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