El secreto de un agricultor catalán para mantener vivo su negocio: laberintos que valen más que el cereal

Una divettida propuesta ha multiplicado los ingresos de un agricultor catalán

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Archivo - Agricultor en un campo
Montar un laberinto ha sido el sistema para mantener vivo el negocio de un agricultor Foto: Archivo

 

Un campo de más de tres hectáreas de maíz en Serra de Daró (Baix Empordà) se ha convertido en algo más que una parcela agrícola. Desde hace cuatro años, el agricultor Marc Pujol diseña en él un laberinto que atrae a decenas de visitantes cada verano y que ya le genera la mitad de los ingresos del terreno. “Nos ha dado un 50% del beneficio que obtenemos. A la gente las actividades lúdicas no le importa pagar un poco más, pero con la comida cuesta mucho más. Eso enfada al sector”, lamenta.

El funcionamiento es sencillo pero laborioso. Antes de sembrar, Pujol dibuja el recorrido sobre un papel y luego traslada el diseño al campo. Las plantas se siembran de forma habitual y, cuando apenas comienzan a crecer, se cortan los pasillos que forman el laberinto. Cuando llega el verano y el maíz ha crecido, la atracción cobra vida y se convierte en un reclamo familiar durante dos meses y medio.

La iniciativa nació como una actividad complementaria, pero se ha consolidado como una fuente de ingresos indispensable. “El cereal lo cobramos al mismo precio de hace diez años y los márgenes son los que son”, explica Pujol. El contraste entre lo que aporta el laberinto y lo que genera la cosecha evidencia, según él, la necesidad de reinventarse en el sector agrícola. “Nos hemos tenido que reinventar porque parece que la gente no está dispuesta a pagar más por lo que comemos, y eso debería hacer pensar a todos”.

Los condicionantes meteorológicos complican aún más la situación. Pujol recuerda que a finales de julio una fuerte tramontana dañó parte del campo y reducirá la producción de maíz. A las inclemencias se suman la incertidumbre de los mercados y unos precios estancados que dificultan vivir únicamente de la agricultura.

El laberinto, además, obliga a innovar cada temporada. Pujol y su padre introducen nuevos recorridos y juegos de pistas para fidelizar a los visitantes. “Cada año pensamos cosas nuevas, hasta que se nos acaben las ideas”, asegura. Mientras tanto, la actividad se ha convertido en un ejemplo palpable de cómo los agricultores del país deben buscar alternativas para mantener vivo su oficio.

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