Un flotador en la tormenta
“Los adversarios los tengo enfrente, los enemigos detrás”, esta frase se le atribuye a Winston Churchill. Pues bien, si el político británico levantase la cabeza, seguro que se la cedería a Pedro Sánchez.
En efecto, Sánchez entregó las responsabilidades que conlleva la Secretaría de Organización del PSOE, primero, a José Luís Ábalos y cuando esté le falló a Santos Cerdán y ambos le han vendido por un plato de lentejas, que, en los tiempos de la Inteligencia Artificial, viene a ser algo así como importantes mordidas a cambio de concesión de obra pública.
La cuestión es que esos dos personajes, más el lacayo Koldo y, tal vez, algún otro individuo, de momento, no identificado, han echado por tierra el proyecto de regeneración democrática y tolerancia cero con la corrupción que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa. Veremos si cuando se recupere la normalidad es posible reiniciar el programa o nos quedamos atrapados en el fango del “y tú más” y el “todos los políticos son iguales”.
Tras una reunión maratoniana de la Comisión Ejecutiva del partido Sánchez compareció en la sede del PSOE para anunciar que descartaba dimitir, que comparecería en el Cámara baja para dar explicaciones, proponer la ceración de una Comisión de Investigación en el Congreso y encargar una auditoría externa en el partido para llegar al fondo del asunto (otros, en cambio, rompían los discos duros a martillazos antes de que la justicia los requisara). Aunque en la comparecencia se echó en falta alguna medida encaminada a regenerar nuestro sistema democrático.
A continuación, Pedro Sánchez puso en marcha una rueda de contactos con los socios de Gobierno y los de la mayoría de investidura para cerrar filas y limar diferencias. Sin embargo, ni en esas conversaciones ni la sesión de control al Gobierno celebrada días atrás en el Congreso, el presidente ha logrado convencer ni a Sumar ni al resto de partidos que le dieron sus votos para ser investido. La opinión generalizada es que le faltó contundencia y suficiencia explicativa. Tampoco ha gustado nada que se anunciara la comparecencia del presidente para dar explicaciones, en un pleno el día 9 de julio, en el que, aparte de la corrupción, se incluyen como temas a tratar la próxima cumbre de la OTAN, el Consejo Europeo y una conferencia de la ONU a celebrar en Sevilla. En opinión de los socios, además de ser una fecha demasiado lejana se quiere diluir el tema central: las corruptelas
Quién, una vez más, demostró su agudeza política fue Podemos. Su portavoz del partido, Pablo Fernández, descartó reunirse con Sánchez porque consideraban que es una “una operación de lavado de cara de un partido corrupto”, y su lideresa, Ione Belarra, no se cansa de repetir que el ciclo político de Pedro Sánchez ya ha terminado. Debe ser porque piensan que, a ellos, con la derecha y la derecha extrema en el poder, les irá bien.
Sánchez necesita tiempo para recomponer la situación y recuperar la iniciativa. Es lógico pensar que los miembros de la mayoría de la investidura le aprieten las clavija, pero no le dejarán caer, nadie quiere una convocatoria adelantada de las elecciones, a no ser que al affaire de la corrupción se emponzoñe más. La perspectiva de un ejecutivo formado por PP y Vox no ilusiona a nadie, excepto a los propios interesados.
La política como la vida tiene giros inesperados y ahora va a resultar que Junts, que ha sido el socio más díscolo en todo lo que llevamos de legislatura, va a ser para Pedro Sánchez y su Gobierno, algo así como un flotador en la tormenta.
No pocos analistas políticos coinciden en señalar que PP y Junts, más pronto o más tarde, acabarán pactando para gobernar este país. Al fin y al cabo, comparten credo ideológico, sobre todo en lo económico y en lo social. Sin embargo, un acercamiento de los de Puigdemont a aquellos que han hecho todo lo posible para que el catalán no sea oficial en Europa, o que su principal lideresa se niegue a utilizar un pinganillo y se ausente de una reunión porque hablan en euskera o catalán, es algo que no se pueden permitir por la sangría de votos que les supondría. Además, los juntaires necesitan que se resuelva la ley de amnistía que está en el Tribunal Constitucional y eso parece que no será antes de finales de año. Por otra parte, sorprende el silencio que guarda Carles Puigdemont desde que estalló el caso Cerdán, cuando el expresident se prodiga en las redes sociales comentando la situación o las noticias políticas.
En los próximos días Pedro Sánchez tiene una agenda internacional endiablada: entrevista con Donal Trump y cumbre de la OTAN para que los socios gasten un 5% en defensa (algo a lo que Sánchez ya ha dicho que es imposible). Pero lo que el presidente necesita es llegar, políticamente, vivo al otoño. Y es que para entonces se espera la sentencia de la operación Kitchen y alguna otra que ha de salir y podría afectar al PP. También se sabrán los datos de la temporada turística que parece que será de récord. En la Moncloa piensan que con los fallos de los tribunales se va a poner a los populares contra las cuerdas y con unos excelentes datos económicos y el paro en mínimos históricos se puede recuperar la sintonía con los ciudadanos.
La situación es preocupante y todo es posible. Pero mientras no surja información comprometedora con la financiación del PSOE ni surjan nombres relevantes o de miembros del Ejecutivo ligados a Cerdán y sus compinches, mal que bien iremos tirando con una estabilidad muy inestable. Pero si hay más revelaciones y son de alto nivel, se tendrá que dar por acabada la legislatura y el Gobierno de progreso y de las reformas sociales, quedará como algo que fue bello mientras duró.
Bernardo Fernández
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