Historias para no dormir
Tampoco en el caso de Puig Antich, que no mató a sangre fría, nadie refiere la existencia de su víctima Jesús Anguas, de 24 años de edad, admirador del cine de Truffaut y de Buñuel, y cuya madre entró en depresión y se suicidó años después de su muerte.Señala con acierto Fernández Soldevilla que homenajear a los victimarios-víctimas produce tres resultados negativos: "Uno, falsear su currículo y, por ende, la historia.
Si sólo se leyeran los libros de la propia especialidad, el mercado se resentiría enormemente. Yo procuro leer lo que me atrae y deseo conocer mejor lo que sé de modo insuficiente. En particular, me interesan los espléndidos libros que historiadores como Gaizka Fernández Soldevilla, María Jiménez Ramos y Josefina Martínez Álvarez, entre otros, van acumulando en un fondo editorial acerca de las consecuencias de la violencia política organizada.
El año en que murió Franco, 1975, fue también el año en el que se registró en España un mayor número de ataques a las librerías; fueron ataques de la ultraderecha. En paralelo a la represión legal funcionó una violencia extralegal. En Terrorismo y represión (Tecnos), fruto de la cooperación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo con la UNED, se analiza la violencia en el ocaso de la dictadura. Es un libro donde los autores citados han coordinado a un equipo de historiadores, juristas y periodistas empleando las herramientas metodológicas propias de sus respectivas disciplinas. Y siempre contrastando con rigor y cautela todos los datos que ofrecen.
En un borrador del acta del Consejo de Ministros del 30 de diciembre de 1970 constan unas líneas que el almirante Carrero Blanco modificó. Pero las penas de muerte dictadas fueron conmutadas. Carrero auspició una clemencia que desapareció con Arias Navarro, quien le sucedió tras su muerte, al acabar 1973:
"En este momento fue parecer general que, tras la justicia, la clemencia era la fórmula más adecuada, a fin de evitar caer en la trampa tendida por el enemigo, orientada a crear 'mártires'.
Para exterminar a la ETA se juzga que lo más útil, aunque de momento pudiera parecer no comprensible, era conceder el indulto de todas las sentencias.
Una ejecución ahora magnificaría más que dañaría a la ETA".
El asesinato de Carrero no buscaba acabar con el franquismo, como se aireó, sino seguir atizando la estrategia de la acción-reacción-acción. Cabe insistir en que el 95 por ciento de las 853 víctimas mortales producidas por la banda terrorista ultranacionalista sucedieron una vez muerto Franco; en el caso de los 2.658 heridos, el porcentaje asciende al 99 por ciento.
En enero de 1975 el Estado organizó un grupo de Técnicos Especialistas en Desactivar Artefactos Explosivos (los TEDAX). Ese mismo año, un boletín del servicio de inteligencia franquista recogía la siguiente apreciación: "Esta escalada de la violencia está provocando en nuestra sociedad una visible psicosis de preocupación y miedo". Todo en un contexto de lo que se conoce como tercera oleada internacional del terrorismo, una oleada que tenía unas características comunes al margen de la ideología que profesasen los distintos terroristas.
Aquel año se ordenaron redadas masivas sin pruebas consistentes, lo que obligó a una elevada tasa de liberaciones sin cargos. El asesinato de Carrero (y de su escolta y de su chófer) ocurrió en pleno Proceso 1001 contra Comisiones Obreras. No toda la oposición antifranquista celebró con cava el atentado: la represión del movimiento sindical alcanzó una dureza muy superior a la de antes. El propio Salvador Puig Antich, ejecutado por decisión política con el bárbaro método del garrote vil, adivinó lo que le esperaba cuando, ya encarcelado, supo que el coche de Carrero había volado por los aires; 'El MIL, una guerrilla contracultural en el peor lugar posible' es un capítulo de especial interés, escrito por Manuel Calderón. El capítulo 'Txiki y Otaegi. De ETA al mito' muestra la adopción de interpretaciones volubles según las circunstancias políticas. Ninguno de ellos luchó para establecer la democracia, tenían en perspectiva un régimen totalitario. Fueron tanto terroristas como víctimas del franquismo. Y procesados por un Estado que no era de Derecho y no tuvieron un juicio justo. Sin embargo, no eran inocentes de los cargos que se les imputaban, mataron a sangre fría.
Hay que resaltar la condena de invisibilidad a la que se ha sometido a las víctimas de los terroristas; no importa que estos acabaran siendo victimarios-víctimas. Tampoco en el caso de Puig Antich, que no mató a sangre fría, nadie refiere la existencia de su víctima Jesús Anguas, de 24 años de edad, admirador del cine de Truffaut y de Buñuel, y cuya madre entró en depresión y se suicidó años después de su muerte.
Señala con acierto Fernández Soldevilla que homenajear a los victimarios-víctimas produce tres resultados negativos: "Uno, falsear su currículo y, por ende, la historia. Dos, revictimizar a sus víctimas. Y tres, transmitir un mensaje antipedagógico a los jóvenes, torpedeando los programas de prevención de la radicalización violenta".
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