Nos faltan emociones

Agustín Rodríguez

Escuché en una ocasión a un especialista en ventas de una gran empresa que explicaba que el objetivo final de cualquier firma y de cualquier producto es que la gente se sienta mejor después de haberlo probado, de haber visitado nuestra empresa o de haber comprado nuestra marca.

Escuché en una ocasión a un especialista en ventas de una gran empresa que explicaba que el objetivo final de cualquier firma y de cualquier producto es que la gente se sienta mejor después de haberlo probado, de haber visitado nuestra empresa o de haber comprado nuestra marca.

Al final en todos los órdenes de la vida las emociones son las que marcan el éxito o el fracaso de un producto, de una empresa o de un equipo de fútbol por poner un ejemplo más cercano. Seguramente cualquier estratega coincidirá con esta foto que les expongo a continuación de un pronóstico propio de alguien que triunfa en la vida: hay que tener estrategia, no tener miedos y cumplir objetivos emocionando a tus clientes (o seguidores) y haciendo sentir que son especiales.

Hay un cuento que tiene como protagonistas a un abuelo y a dos caminantes: El abuelo está sentado a la entrada del pueblo y cuando el primero de los caminantes llega a su altura le pregunta qué tal es ese pueblo que tiene tan buena pinta de lejos. El abuelo le contesta que es un magnifico pueblo, donde se come muy bien, donde tratan a los forasteros de maravilla y donde la gente es simpática. Por la noche se respira tranquilidad y sosiego.

Al poco llega el segundo caminante y le pregunta qué tal ese pueblo que se ve tan aislado en medio de la nada. El abuelo le contesta que es un pueblo aburrido, oscuro, con gente siempre cabreada y frustrada y además por las noches se descansa muy mal porque huele a ganado.

El primer caminante al ver la respuesta del abuelo le pregunta que como es posible que explique dos versiones tan distintas a una misma pregunta; y el anciano le contesta que el 80% de la gente es como el segundo caminante: se queja y no ve lo positivo de la vida, mientras que solo un 20% es capaz de exprimir al máximo las pequeñas cosas.

Al final el cuento nos muestra como moraleja que solo desde la visión optimista de las cosas podremos ser más felices. Y añado modestamente: pero también necesitamos gente que ilusione, que nos dé una visión optimista de las cosas porque no solo de fe vive el hombre. Y en nuestra casa fe no nos falta, pero la ilusión se contagia y por ahora me temo estar en el lugar más realista.

Espero que en las próximas semanas nuestra directiva y nuestro entrenador sea capaz de cambiar la percepción de las cosas aunque presiento a día de hoy que el escepticismo será la tónica predominante de nuestra afición al menos hasta que el balón arranque y veamos que detrás de las ilusiones llegan los resultados, las alegrías y las realidades, porque para que nuestra afición sea un buen punto de recarga emocional, necesita buen combustible y ese lo traen los jugadores y los éxitos deportivos.

Necesitamos líderes porque los líderes, como explica Maria Alonso Puig, generan cambios, hacen que las cosas sucedan, derriban muros y construyen puentes, aúnan mentes y corazones en un propósito común y generan un mundo de posibilidades.

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