“Hi! I’m Steven”: Halloween contra “l’ou com balla”
Una crítica divertida sobre la gentrificación y despersonalización del barrio gótico barcelonés
Menudo susto se hubiera llevado mi hija de haber entrado en la sala Maldá donde, a la llegada del público, era claramente visible la presencia sobre el espacio escénico de varias cucarachas. Afortunadamente no había razón para la alarma porque los presuntos insectos no eran tales, sino unos pequeños juguetes mecánicos accionados con pilas y destinados a introducir a los espectadores en el espectáculo que iban a ver. Porque los protagonistas de “Hi! I’m Steven” son precisamente las cucarachas, seres según parece resistentes a todo tipo de situaciones críticas y capaces de sobrevivir en las más adversas circunstancias. Un paradigma adecuado para simbolizar la dura supervivencia de los penúltimos habitantes de la Barcelona antigua, de nuestro célebre Barrio Gótico, transformado en las últimas décadas en una zona carente de vida propia más allá de las horas de visita de los foráneos y en el que la que las viviendas de toda la vida se han convertido en alojamientos turísticos y las tiendas tradicionales en otras de recuerdos, fundas de móviles, empanadas y demás fruslerías.
Sobre un texto de Ramón Micó, la compañía “Les Pinyes” formada por Marta Asamar, Celia Castellano y Noelia Fajardo han montado un espectáculo pluridisciplinar en el que la palabra sirve como engarce entre numerosos géneros puesto que las tres intérpretes no solo “dicen”, sino que bailan, se transforman una y otra vez, hacen toda suerte de juegos de luces y sombras o de transparencias y manejan títeres en una acción dramática despendolada que se desarrolla a un ritmo endiablado con un cambio ininterrumpido de elementos escénicos. Detalle en absoluto banal en un espacio como el disponible en este teatro que es, como resulta bien sabido, lo más parecido al saloncito típico en el que una familia burguesa atendía a las visitas el día de recibir.
Nos dicen que esta propuesta innovadora y sin duda original, además de muy divertida, ha sido posible por la colaboración de gentes del propio barrio puesto que sus promotores han querido precisamente enhebrar vínculos y ligámenes con los meritorios supervivientes de un entramado urbano en peligro de perder su propia personalidad. Un reto ciertamente meritorio que, como dicen sus responsables, “pone en duda nuestra identidad individual y social y nos pregunta cómo y por qué hemos de preservar el alma de los barrios y el sentimiento de comunidad frente a las plagas”.
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