Crisis habitacional universitaria: la falta de plazas en residencias dispara la presión en Barcelona

Según Aparto, más de 85.000 estudiantes compiten por apenas 15.000 camas en la capital catalana, lo que genera un déficit de 70.000 plazas y precios que superan los 900 euros mensuales.

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Archivo - Varios alumnos
Varios alumnos - David Zorrakino - Europa Press - Archivo

 

Barcelona se enfrenta a un escenario que ya muchos califican de insostenible: decenas de miles de estudiantes universitarios inician sus clases sin saber dónde van a vivir. La falta de residencias estudiantiles se ha convertido en una de las principales urgencias de la capital catalana. Según la gerente de operaciones de Aparto, Anna Romero, “la demanda de estudiantes que quieren alojarse en residencias universitarias multiplica por más de cinco la oferta que existe en la capital catalana”.

En cifras, significa que unos 85.000 jóvenes compiten por apenas 15.000 plazas, lo que genera un déficit de más de 70.000 camas.

 

El colapso de la oferta

Cada residencia estudiantil en Barcelona cuenta con entre 350 y 500 plazas, repartidas en una treintena o cuarentena de edificios situados en los principales nodos universitarios. La magnitud del problema se traduce en listas de espera interminables, precios disparados y una creciente frustración entre familias y alumnos.

Lo que en muchos casos debería ser un recurso para facilitar la integración académica y social de los estudiantes, se ha convertido en un lujo inalcanzable.

 

Un problema que trasciende fronteras

El déficit de residencias no es exclusivo de Barcelona, aunque aquí se siente con especial crudeza. Madrid encabeza la demanda a nivel estatal, seguida de la capital catalana, que además se ha consolidado como polo de atracción internacional.

Romero destaca que “los porcentajes son muy similares: un 55% de estudiantes nacionales y un 45% de internacionales”. En este último grupo predominan europeos procedentes de Francia e Italia, así como estudiantes de Estados Unidos, cuya llegada “se ha incrementado mucho en los últimos años”.

 

Girona, el siguiente foco

La presión inmobiliaria empieza a trasladarse a otras ciudades. Romero advierte que “en Girona la situación es similar a la de Barcelona, ya que hay muy pocas plazas de residencias de estudiantes y cada vez es una ciudad más demandada”. Lo que hoy es un problema puntual en determinadas capitales universitarias, mañana podría ser una realidad en más municipios.

 

Temporadas críticas

Aunque septiembre parece el mes más problemático, la realidad es que el colapso se prolonga durante buena parte del año. Romero apunta que “son los meses entre enero y mayo en los que la demanda internacional aumenta y cuando Barcelona se ve muy sobrepasada”.

En ese período, las residencias deben convivir con estudiantes de cursos regulares y alumnos de programas de intercambio, una coincidencia que dispara la presión y agudiza el déficit.

 

Voces de los protagonistas

Lauren, estudiante de 20 años procedente de Marsella, resume la preocupación compartida por muchos jóvenes europeos: “Algunas amigas ya me han avisado que encontrar habitación en Barcelona es complicado, por eso ya he empezado a buscar”.

La experiencia de Marc, de 21 años y natural de Andorra, es un reflejo del dilema al que se enfrentan miles de universitarios. Su primer año lo pasó en una residencia del Raval pagando entre 850 y 900 euros. Asegura que el ambiente fue clave para integrarse, pero en su segundo curso decidió mudarse a un piso compartido. “Fue incluso más difícil que encontrar una residencia”, explica, subrayando que entre alquiler y gastos apenas ha conseguido reducir el coste.

 

El impacto económico

Las residencias universitarias en Barcelona oscilan entre los 900 y los 1.500 euros mensuales, con servicios incluidos. A simple vista puede parecer una opción elevada, pero la alternativa no es mucho mejor: un informe de pisos.com sitúa a Barcelona como la ciudad más cara de España para compartir piso, con una media de 646 euros por habitación al mes.

Esto significa que, incluso fuera de las residencias, el presupuesto de un estudiante medio sigue disparado, dificultando el acceso a la educación universitaria para muchas familias.

 

Una cuestión estructural

El desajuste entre la oferta y la demanda no es un problema puntual de este curso. Se trata de un déficit estructural que se arrastra desde hace años y que no ha sido abordado con la construcción de nuevas residencias a la velocidad que exigiría el crecimiento del alumnado.

Las cifras reflejan una paradoja: Barcelona es una de las ciudades más atractivas para estudiar en Europa, pero ofrece condiciones habitacionales que expulsan a muchos de los que la eligen. La consecuencia directa es la precarización de los estudiantes, que deben adelantar meses la búsqueda de alojamiento, aceptar precios abusivos o resignarse a vivir lejos de los campus universitarios.

 

El reto pendiente

La capital catalana y las instituciones académicas se enfrentan a un reto urgente: ampliar la red de residencias y garantizar que estudiar en Barcelona no sea un privilegio reservado a quienes pueden asumir precios desorbitados.

La voz de Romero es clara: “La demanda supera con creces la oferta, y el desequilibrio crece cada año”. Una advertencia que no solo afecta al presente, sino que condicionará el futuro de Barcelona como referente universitario internacional.

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