“Seguridad del Estado”: cómo la Stasi comunista reprimió durante 40 años a los ciudadanos de Alemania Oriental
Un museo y un libro que explican cómo con 90.000 funcionarios y el doble número de chivatos el Ministerio de Seguridad del Estado de la RDA fue el organismo al servicio de Partido Comunista encargado de vigilar y reprimir a los ciudadanos de la antigua Alemania Oriental
Una airosa estatua de Félix Dzerzhinsky, el siniestro creador de la policía secreta bolchevique en la URSS, recibe al visitante que llega al edificio principal de lo que fue la sede berlinesa en la antigua Alemania Oriental del Ministerio de Seguridad del Estado, reconvertido ahora en museo de las atrocidades cometidas por el régimen comunista hasta 1989. Al fondo del zaguán, está aparcada una furgoneta para el traslado de detenidos y en las plantas superiores, el visitante puede recorrer una exposición sobre la historia, el funcionamiento, las prácticas policiales y las personalidades más destacadas que sirvieron a esta institución formada por unos 90.000 agentes profesionales (un 20 % mujeres) y más del doble de chivatos –“colaboradores voluntarios”- reclutados entre la ciudadanía, cuyos dirigentes máximos fueron, sucesivamente, Wilhelm Zaisser -destituido por no haber sido capaz de detectar la huelga general de 17 de junio de 1953 y expulsado del partido-, Ernst Wollweber -que fue impuesto por Moscú-, y Erik Mielke, candidato de Ulbricht y el más longevo, puesto que permaneció tres décadas en el cargo, considerado “el funcionario más temido de la RDA y “sinónimo del aparato sanguinario de la Seguridad del Estado”. Los tres recibieron formación en Moscú y los dos últimos participaron en la guerra civil española.
Un libro de lecturas sobre la policía secreta de la RDA titulado “Seguridad del Estado”, publicado por la Delegación Federal del gobierno alemán para la Documentación sobre la antigua Stasi, que tal era el nombre con el que era conocido el organismo, explica la historia y praxis del que fue “escudo y espada del partido” porque la policía secreta estaba, en virtud de sus estatutos de 1953 y 1969, no vinculada directamente al Estado, sino al PSUA (Partido Socialista Unificado de Alemania) o sea, al partido comunista, del que casi todos sus miembros fueron militantes.
La seguridad de Alemania oriental se creó en 1948 contra la opinión del KGB por orden de Stalin y en el seno del Ministerio del Interior de la RDA, del que se desgajó en 1950 como un Ministerio con personalidad propia que consiguió, con la llegada de Mielke en 1957, dedicarse preferentemente a la vigilancia interior en lugar del espionaje exterior, que nunca excluyó. Sometidos sus funcionarios a una estructura de mando militar, con permanente presión educativa y notables dificultades de salida, que solo se conseguía en casos excepcionales y con vigilancia posterior de por vida, los servicios centrales se establecieron en el barrio berlinés de Lichtenberg, una antigua zona residencial cuyos habitantes fueron poco a poco siendo desalojados a medida que la Stasi fue necesitando más espacio para ampliar sus servicios, aunque a veces utilizaba también, para ciertas acciones o entrevistas, domicilios particulares de algunos de sus colaboradores externos. En todo caso, aunque “la RDA creó un sinnúmero de lugares ocultos que se mantuvieron en secreto, la central del Ministerio de Seguridad del Estado definitivamente no formaba parte de ellos… Todos sabían que se hallaba allí” entre otras razones porque citaba con frecuencia a parientes y amigos de sus detenidos para ir a “aclarar un asunto”.
El museo explica cómo se realizaban muchas de sus tareas, así las de interceptación de correspondencia o de señales telefónicas y radiofónicas, la instalación de escuchas ilegales en domicilios privados, las acciones de seguimiento de protestas, la colaboración en el control de fronteras a partir de la construcción del muro en la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, o las tareas de espionaje en la República Federal, donde llegaron a actuar más de 3.000 agentes, siendo el caso más famoso el de Günter Guillaume, que llegó a colocarse como asesor de Willy Brandt, del mismo modo que años antes el agente doble Hans Joachim Geyer.
En su conjunto, en verdadero Estado dentro del Estado de la RDA que nunca olvidó la consigna de Dzerzhinsky de actuar con “cabeza fría, corazón caliente y manos limpias”. Hoy, sus archivos, que en el desmoronamiento del Estado oriental sus funcionarios intentaron destruir, son el mejor testimonio de una de las instituciones más siniestras del legado germano oriental
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