“El invierno en Millburn”: A.G. Porta rinde homenaje a los autores de literatura popular de quiosco
Varias generaciones de españoles fueron contumaces lectores de los llamados “bolsilibros”, títulos de modesta edición, aparición semanal, que costaban un duro y se prestaban e intercambiaban y cuyos autores, escondidos bajo exóticos seudónimos, no han pasado a la posteridad salvo para los expertos
Confieso que me emocioné cuando con “El invierno en Millburn”, última obra narrativa de A.G. Porta (Acantilado), entre las manos me percaté que el autor quería rendir tributo a una pléyade de escritores hoy completamente olvidados -salvo para los expertos en arqueología de la literatura popular- pero que tuvieron durante varias décadas miles de lectores fieles que compraban semanalmente sus novelas. Porque Clark Carrados, Silver Kane, Donald Curtis, Keith Luger, José Mallorquí, Marcial Lafuente Estefanía y tantos otros fueron autores de una inmensa facundia literaria -al primero se le atribuyen más de 2.000 títulos- capaces de escribir novelas en siete días que, editadas con suma modestia y vendidas en los quioscos a cinco pesetas, se leían con fruición para seguidamente cambiarlas o prestarlas. Una literatura proletaria en sus autores y consumidores -yo fui uno de ellos-, pero que fue el casi único contacto con las letras de millones de conciudadanos nuestros durante más de medio siglo.
“Mi padre -nos cuenta Porta- llegó con tres años de Vélez Rubio (Almería), se afincó con su familia en el Pueblo Seco y aprendió a leer y escribir en la mili, gracias a lo cual se convirtió en voraz consumidor de este tipo de novelas que le conectaron con una literatura sencilla y sin pretensiones con la que pudo entretenerse. Cuando tenía nueve o diez año se me ocurrió copiar varias páginas de una de ellas para luego enseñarlas a mis padres pretendiendo que eran un texto de mi autoría, engaño que despertó su carcajada. Con el tiempo, fui a los Encantes para hacerme con una buena colección de obras de este tenor y me fascinaron particularmente las que firmaba Silver Kane (en realidad Francisco González Ledesma, periodista famoso que obtuvo el numerosos premios literarios y que se ganaba un sobresueldo trabajando a destajo en dicha actividad) Y me asombró comprobar cómo todos estos autores, sin moverse de su casa, escribían con pleno conocimiento de causa de la geografía del oeste americano o de la trama urbana de Nueva York sin más auxilio que algunos libros de historia y unos buenos mapas y planos”.
Y así surgió “Silver Kane revisited”, uno de los cuatro relatos que conforman la obra de A.G. Porta en la que “no hay una ilación directa entre todos ellos aunque sí la presencia de un escritor”. En realidad hay dos relatos basados en hechos reales y otros dos puramente imaginarios como el primero de todos ellos, “Sunday afertnoon”, formado por nueve cuentos en los que rindo un homenaje a Salinger, de forma que cada uno de ellos empieza con una frase de dicho autor formano en su conjunto un puzle cuya fichas el lector debe ordenar”.
El segundo, “Una historia insólita con Florence Cambray Bronchard”, surgió cuando una escritora de más de ochenta años se propuso contar su vida a la nieta y no fue capaz de hacerlo. Me pidió que le ayudara y, en efecto, asumí esta tarea, que desarrollé por partida doble. Escribiendo un relato real con los nombres verdaderos para sus protagonistas y luego otra versión con los nombres cambiados, que es la que he publicado. Una experiencia apasionante”. Y finalmente el cuento que da título al libro.
A.G. Porta confiesa que utiliza un sinnúmero de libretas para ir anotando las ideas que se le van ocurriendo y a las que recurre cuando quiere empezar a escribir algo nuevo. Y ciertamente este quehacer minucioso rinde sus frutos porque ha simultaneado la escritura de estos cuatro relatos con otros proyectos: “Malditos los malditos”, un libro de poemas, una trilogía en un solo volumen “Esperando la tercera guerra mundial” y “Planeta sin rumbo” que pasa en Barcelona y Japón. “Algunas novelas me ha costado diez años escribirlas y ya tengo 72, por lo que sé si me queda tiempo para emprender nuevos proyectos”. A juzgar por lo que nos cuenta, más bien parece que, a poco que se lo proponga y si tiene tiempo para ello, puede disputarle el récord a Clark Carrados…
Escribe tu comentario