La semana pasada se dio a conocer el estudio de la patronal catalana Pimec que alertaba del riesgo de viabilidad en que se encuentran el 50% de las pymes catalanas por culpa de la enorme escalada de los costes de la energía iniciada en el invierno de 2021 y agravada por la crisis energética provocada por el conflicto bélico en Ucrania.
El estudio de Pimec, que se basa en 614 respuestas, concluye que, para una cuarta parte de las empresas catalanas, el peso del gasto en energía sobre los ingresos ha pasado del 5,5% en 2021 al 15% en la actualidad, es decir, se ha triplicado. Para la mitad de las empresas, el peso de la energía ha pasado del 2% en 2021 al 4,7%, lo que significa un incremento del 135%.
Siguiendo ese mismo informe, solo el 50% de las empresas puede repercutir el incremento de costes de la energía en los precios de sus productos, mientras que el 42% no lo pueden hacer debido a las condiciones del mercado, lo que provoca una grave erosión de sus márgenes.
Los datos del estudio elaborado por la patronal catalana también ponen de manifiesto que el 30% de las empresas reconoce haber reducido o parado la producción en algún momento debido a las pérdidas que les ocasionaban los incrementos de los costes energéticos.
Según los responsables de Pimec, el efecto de estos incrementos de costes energéticos ha perjudicado el margen de las pymes de tal manera que la mitad de las pymes catalanas están en riesgo de entrar en pérdidas. A todo esto, debemos añadir que muchas pymes ya han llegado a esta situación con una estructura financiera muy debilitada por los efectos de la pandemia, por consiguiente, los elevados costes de la energía provocan que el 25% de las empresas pueda tener problemas de viabilidad, lo cual podría poner en riesgo 480.000 puesto de trabajo.
Y es que, si no se encuentra la vía para contener rápidamente los costes energéticos en Europa, la industria europea va a afrontar serios problemas de competitividad y máxime cuando el coste de los fletes marítimos se están normalizando después de la enorme subida que experimentaron a partir del primer trimestre de 2021 por las distorsiones de la cadena logística provocadas por la Covid-19. Con los precios de los fletes más bajos, y con los costes energéticos disparados en Europa, se hará difícil que nuestros productos industriales puedan competir con los productos fabricados en otros continentes. Un aspecto clave que debemos tener en cuenta es que la debilidad del euro juega a favor de mejorar la competitividad de los productos europeos en mercados dolarizados, si bien la enorme debilidad del euro respecto del dólar es, a la vez, un elemento que motiva el encarecimiento de la energía, puesto que la mayoría de contratos energéticos están denominados en dólares.
Si vamos a los orígenes de la problemática podemos afirmar que la política energética de Europa ha sido bastante miope en los últimos años. Alemania, que ha sido el motor económico e industrial del continente, ha basado su éxito económico de las últimas décadas en la competitividad de su industria y en su capacidad exportadora. En este modelo de éxito, además del sólido desarrollo tecnológico, ha sido clave la importación de energía a precios bajos. Y, concretamente, en una compra masiva de gas ruso barato. Pero tal como es sabido, el acuerdo que Alemania tenía con Rusia se ha dinamitado por la guerra de Ucrania. Un acuerdo que llevó a construir dos gasoductos, el Nord Stream 1 y el Nord Stream 2. Este modelo energético de extrema dependencia del gas ruso no fue nunca puesto en entredicho por el resto de países europeos.
Ahora la Unión Europea se enfrenta a grandes retos en el campo energético, unos son de corto plazo, y tienen que ver con asegurar el suministro de energía para el invierno continental. Otros retos son de carácter más estructural y tienen que ver con la doble transición energética necesaria que, por una parte, tiene que acabar con la dependencia del gas ruso y, por otra, por el tránsito a la generación de energía de fuentes limpias y sostenibles.
La preocupación por la falta de suministro y consecuente encarecimiento de los precios de la energía es máxima en Europa. La Agencia Europea de Reguladores de la Energía se ha puesto a trabajar con el propósito de tomar medidas para limitar el tope máximo de precio de la electricidad. El objetivo es limitar la frecuencia de los aumentos automáticos de precio máximo cambiando los mecanismos de regulación del propio mercado. El tope máximo pasó de los 3.000 euros MWh en mayo a los 5.000 euros actuales por los picos de Francia y países Bálticos. Europa tendrá que trabajar duro para racionalizar el mercado de la energía y acabar con las prácticas rígidas y monopolísticas de este sector.
La Unión Europea anunció hace pocos días un impuesto para gravar los beneficios extraordinarios de las compañías eléctricas que producen electricidad a bajo coste, a partir de renovables o de energía nuclear. La presidenta de la Comisión, Von der Leyen, argumentó este impuesto diciendo que no es justificable obtener unos beneficios récord aprovechándose de la guerra y a costa de los consumidores. Cabe recordar que, en el pasado mes de julio, el Gobierno de España ya había anunciado la aplicación de un impuesto temporal sobre los beneficios de las compañías energéticas.
En pasado 15 de junio entró en vigor en España, el llamado “mecanismo ibérico” que limitaba el precio del gas para la generación eléctrica e intentaba desacoplar los precios del gas de la electricidad. Si bien esta medida es positiva, según los expertos, es insuficiente para controlar las presiones alcistas en los precios de la energía.
Otro paquete de medidas que han impulsado la Unión Europea y el propio gobierno de España han sido las orientadas a bajar el consumo energético y ahorrar energía en los establecimientos y espacios públicos.
Con el objetivo de abaratar temporalmente la factura del gas, el pasado martes 20, el Gobierno de España aprobó a través de un Decreto Ley la rebaja del IVA del 21% al 5% en la factura del gas natural para empresas y particulares hasta final de año.
Como hemos visto hasta ahora, tanto la Unión Europea como los gobiernos de los distintos países se han puesto manos a la obra para tomar medidas para suavizar los efectos del traumático incremento continuado del precio de la energía. Aunque, a opinión de los expertos, no serán suficientes para evitar los graves impactos negativos que están causando en la economía.
Las conclusiones del estudio de Pimec que citábamos al principio son muy preocupantes. El riesgo de supervivencia para muchas empresas es real y los gobiernos deben entender esta situación de emergencia y tomar medidas rápidas y valientes. Se debe intervenir de forma efectiva en el mercado energético para contener el precio de la energía a unos niveles asumibles para las empresas.
Si las empresas se ven obligadas a reducir su producción porque no es rentable con los actuales costes de la energía o, sencillamente, se ven abocadas a cerrar por problemas financieros motivados por la erosión de sus márgenes, el efecto será muy negativo y amplificará la desaceleración de la economía. Esto no haría más que complicar más la difícil situación económica, profundamente influida por los graves efectos de una inflación elevada y acelerada.
Si bien hemos dicho que se necesitan soluciones urgentes, no podemos olvidar que nos hallamos ante una grave situación de cambio climático. Mucho antes del inicio de la crisis energética, ya existía un acuerdo para que Europa se pusiera manos a la obra para garantizar la transición energética hacia las energías limpias, verdes y renovables, imprescindibles para la viabilidad futura del planeta. Así pues, la Unión Europea hará bien en destinar prioritariamente recursos de los UE Next Generation para acelerar al máximo la imprescindible transición energética.
Las soluciones no son fáciles, pero no hay tiempo que perder. El invierno está a la vuelta de la esquina en Europa y muchas empresas no podrán soportar por mucho tiempo los desbocados costes energéticos. Es hora de tomar decisiones políticas valientes, rápidas y contundentes.
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