¿Se cumplen las leyes? “Hecha la ley, hecha la trampa”, dicen

Si no, que se quite la ley y esto se convierta en la ley de la selva.¿Qué está sucediendo con los canales de pago?

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Hay un refrán español, cuyo autor no está muy clara su identidad: “Hecha la ley, hecha la trampa”. Está lo suficientemente claro como para no necesitar explicación. Las propias leyes dejan algún resquicio por donde sortearlas. También es cierto que, en ocasiones, se hace la ley y no se cumple. ¿Por qué? . Se deja pasar el tiempo y no sucede nada. O, en el menor de los casos, se sanciona con una multa pequeña y se terminó el problema.

Este domingo —no es el único día que ocurre (son todos los días)—, viendo un programa de televisión de entrevistas, tres en este caso, el abuso de la publicidad emitida es de los que hacen historia. Según la Ley General de Publicidad 34/1988 del 11 de noviembre, “los prestadores del servicio de comunicación audiovisual televisiva pueden ejercer el derecho de emisión de 12 minutos de mensajes publicitarios por hora”. Pues bien, esta cadena, Cuatro (pero son todas las privadas), cada dos por tres emitía anuncios, algunos de los cuales, en esa misma tanda, se repetían hasta tres veces. No dejaban ni cuatro minutos para ver la entrevista tranquilos. Era un bombardeo constante, insoportable. De 12 minutos cada hora, como se dice coloquialmente, “nanay de la China”. La ley se la pasaban por los cuatro puntos cardinales. ¿Quién controla que se cumpla la ley? Pues debe ser la famosa y manida “Rita la cantaora”, que la pobre lleva muchos años muerta y aún seguimos nombrándola. Es algo que no se puede permitir. Si no, que se quite la ley y esto se convierta en la ley de la selva.

¿Qué está sucediendo con los canales de pago? Pues tres cuartos de lo mismo: se paga una cuota para ver un programa, película o lo que sea, y ya han introducido la publicidad, sin que nadie haya dado una explicación. O sí: “política de hechos consumados”. Y si no, “esto es como las lentejas, si quieres las comes y si no, las dejas”. Una solución de lo más democrática, a la que nadie ha puesto coto.

Siguiendo con el cumplimiento de la obligación de respetar la legislación, la Ley 37/2015 de 29 de septiembre, de Carreteras, prohíbe la instalación de cualquier tipo de publicidad visible desde las carreteras, incluyendo rótulos, carteles, logotipos, imágenes o cualquier soporte, con el objetivo de garantizar la seguridad. No era nada gratuito, sino que se había constatado que los accidentes habían crecido por el despiste de los conductores al mirar la publicidad. Esa prohibición duró muy poco tiempo. Si miramos las carreteras, los anuncios han vuelto como el turrón por Navidad. De eso no se habla y parece que la memoria es frágil. Solo utilizando el “reconstituyente” de las hemerotecas, la memoria se activa y los recuerdos vuelven.

Tres cuartos de lo mismo ha sucedido con la famosa Ley de Costas, donde muchos “chiringuitos de playa” fueron derribados, muy a pesar de los usuarios, que se quejaron amargamente. Esto duró solo unos años; ahora es visible que muchos de ellos, con dueños distintos, han vuelto a crecer como las setas. No me quejo, me parece bien porque prestan un servicio. La pregunta es: ¿han cambiado la ley o, sencillamente, se hace la vista gorda? Volvemos a lo mismo: si se cambian las leyes, hay que comunicarlo a la ciudadanía. Si no es así, ¿para qué se hacen las leyes? ¿Y para qué sirve el derecho a la información a la ciudadanía? Como diría una amiga mía: “Para saltárselas, si no, no tendría gracia”. Claro que eso no es aplicable a todos... Decía Honoré de Balzac que “las leyes son como las telas de araña, a través de las cuales pasan libremente las moscas grandes y quedan enredadas las pequeñas”.

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