El primer presidente de Societat Civil Catalana, la entidad constitucionalista fundada en 2014 y galardonada por el Parlamento Europeo, fue Josep Ramon Bosch. Hace poco que ha publicado ‘Cataluña, la falsa ruta’ (Deusto), un libro que exhibe minuciosos conocimientos históricos y que propone más España en Cataluña y más Cataluña en España. Món Bosch (como es llamado por sus amigos y allegados) es empresario y tiene una licenciatura en Historia, ahora se ha embarcado en un nuevo proyecto político, la refundación de la vieja Lliga. Apela a un hispanismo catalanista y al catalanismo histórico que no es nacionalista ni, por tanto, dice, separatista. En especial, reivindica la figura de Cambó.
Josep Ramon Bosch señala que no hay problema catalán, sino un problema separatista. Es consciente de que no tiene solución a corto plazo, pues estamos en medio de una decadencia social evidente, inmersos en un clima de asfixia y confrontación que todo lo empapa. Además, no menos de diez mil personas –recalca- andan dedicadas a tiempo completo a trabajar por la secesión. Con grandes inversiones publicitarias, se ha establecido un relato de afectos ligado a una ideología de resentimiento contra lo español, el supremacismo. Desde el poder, se han promovido agravios (inventados o exagerados), se ha regado a conciencia la tergiversación histórica y con ella la semilla de la discordia y el odio. Se ha expandido un lenguaje que controla mentes y emociones, de este modo se ha desembocado en una abierta y descarada agitación y propaganda efectuada desde las autoridades legales. De forma contradictoria, se ha pedido la desobediencia hacia otras autoridades y se ha permitido el acoso a los ‘adversarios’.
No se trata de resistir estos embates sino de vencer. Bosch piensa que se puede derrotar la locura secesionista. Se precisa tiempo, amor y pedagogía, revisar los planteamientos seguidos hasta la fecha y tener voluntad y acierto para generar ilusión.
Dado que “el objetivo es configurar una nueva hegemonía cultural en Cataluña, plural y abierta, orgullosa de la catalanidad y netamente comprometida con la idea de España”, hay que aglutinar distintas sensibilidades en torno y no enrocarse en rígidos bloques. Se trata de buscar consensos y gestionar los conflictos sociales.
¿Qué pienso yo? Cuando una parte, la separatista, se ha tirado al monte sin salir de los despachos oficiales y del control de los dineros públicos, es hipócrita exigir diálogo y denunciar bloques. Sin embargo, todos tenemos responsabilidad y obligación de no atizar la discordia, el odio y los enfrentamientos. Es innegable que se mire por donde se mire, la situación está muy deteriorada. Se trataría de poner rumbo a una ruta perdida y recuperarla para la convivencia, el progreso y la razón. Nunca hay que cansarse de razonar; y hacerlo bien, claro está, sin hacer trampas, integrando todas las variables con inteligencia, magnanimidad y dispuestos a corregir errores. Y se precisa fomentar la personalidad, no el afán de protagonismo.
Entre los constitucionalistas hay muchos egos ansiosos, hay ofuscación e incapacidad para aunar los esfuerzos necesarios. Los podemitas están fuera y tienen a los independentistas como socios preferentes. Y las direcciones del PSC y del PSOE no son de fiar, tienen a ERC como referencia (cuando no a Bildu, también en Navarra). Si bien, el PSC ha cobijado a los democristianos de la extinta UDC.
No añoro el catalanismo político, y no creo equivocarme si digo que no tiene futuro. A mi juicio, el paradigma a seguir es el de la ciudadanía no el de los derechos históricos de los territorios, como pretende el establishment. El progreso real reclama interculturalidad dinámica, no acepta moldes identitarios ni imposiciones de lo que se haya de creer, decir o parecer ser. Requiere plantear y prever problemas con riguroso sentido crítico y sin muletillas ideológicas.
Mis simpatías están por el liberalismo progresista y hace años que se decantan por el proyecto de Cs, que no es antisocialista ni suspira por ser centroderecha, ni se reconoce en el caudillismo que acabó trazando Rivera, con desdén absoluto para sus compañeros. Aún veo a ese proyecto torpedeado desde dentro por un caciquismo que no ceja. Nunca he militado en este partido ni pienso hacerlo. Sin embargo, hoy por hoy no puedo apartar mi interés por él para que se retome la senda por la igualdad y la libertad. La esperanza es lo último a perder.
Josep Ramon Bosch incluye en su libro datos y anécdotas interesantes y apenas conocidas entre nosotros. Concluiré con una frase que él recoge de Valentí Almirall, autor de ‘Lo catalanisme’ y republicano federal de finales del siglo XIX: “Jamás hemos entonado ni entonaremos Els segadors, ni usaremos el desprecio para los hijos de ninguna de las regiones de España”.
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