​¿Cómo lo sabía MVM?

Miquel Escudero


La lectura de los libros recientes me ha conducido a un par de textos de hace casi cuarenta años, que hoy podríamos revisar por su interés. Roberto Fernández, catedrático de Historia en la universidad de Lérida y ex presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), me ha llevado con su ‘Combate por la concordia’ (Espasa) a unas impresionantes declaraciones de Josep Tarradellas, en 1980, que nadie parece saber ni recordar. Por su parte, David Jiménez Torres, doctor en Estudios Hispánicos por Cambridge, en su ensayo ‘2017’ (Deusto) me ha devuelto de forma lateral a la referencia de un revelador artículo de Manuel Vázquez Montalbán.


Se trata de ‘Así están las cosas’, publicado el 29 de mayo de 1984; apenas un mes después de que Pujol ganase por segunda vez la presidencia de la Generalitat, y la primera por mayoría absoluta. Cinco meses más tarde ABC le nombraría ‘español del año’ y justo un año después moriría Josep Pla.


Jordipujol

¿Cómo podía poner la mano en el fuego Vázquez Montalbán por Jordi Pujol? Foto @EP


El escritor Manuel Vázquez Montalbán, un veterano militante del PSUC (el nombre del partido comunista en Catalunya), aún no había cumplido los 45 años de edad. En aquella circunstancia se pronunció de facto como ‘pujolista’ en El País:


“De Pujol se podrá pensar que ha sido un mal banquero, que es de la derecha camuflada o que es feo, pero nadie, absolutamente nadie en Catalunya, sea del credo que sea, puede llegar a la más leve sombra de sospecha de que sea un ladrón”.


¿Cómo lo sabía, cómo podía poner la mano en el fuego por él? Es una muestra evidente de grave irresponsabilidad intelectual, también política. El fiscal Carlos Jiménez Villarejo, otro antiguo militante del PSUC, interpuso por esas fechas una querella contra Jordi Pujol por apropiación indebida y falsedad documental en el caso Banca Catalana; un desfalco de unos 20.000 millones de pesetas.


Amigo de Rafael Ribó (un comunista acomodado que en junio llevará 17 años seguidos como Síndic de Greuges, un récord bananero), Vázquez Montalbán proseguía así:

“Yo no sé si los cincuenta años próximos de pujolismo en el poder que se avecinan se van a deber más al proceso incoado a Pujol por ‘apropiación indebida’ o a ese rosario de torpezas y omisiones que están reconstruyendo el muro de silencio entre Catalunya y Madrid”.


Sorprende y maravilla su ojo clínico. Y, por supuesto, la benevolencia ‘comunista’ hacia el padre del ‘procés’. Al día siguiente de aparecer tan ‘arriesgado’ artículo, Pujol dijo desde el balcón de la Generalitat: “que con Catalunya no se juega y que no vale el juego sucio. Sí, somos una nación, somos un pueblo, y con un pueblo no se juega. En adelante, de ética y moral hablaremos nosotros”.


Siguiendo por el túnel del tiempo, les propongo ir a enero de 1980 (cuatro años antes). Julio Merino, director del Diari de Barcelona (dimitiría al mes siguiente, dos después de su nombramiento), entrevistaba a Tarradellas, quien declaró:

“Conociendo al personaje (Pujol), yo lo tengo claro. Luchará y pactará hasta con el diablo para ser president, porque ahí espera tener su mejor escudo. Mire, amigo mío, este hombre en cuanto estalle el escándalo de su banco se liará la estelada a su cuerpo y se hará víctima del centralismo de Madrid. Ya lo estoy viendo: ‘Catalans, España nos roba… No nos dan ni la mitad de lo que nosotros les damos y además pisotean nuestra lengua… Catalans, ¡Visca Catalunya!’. Sí, esa será su política en cuanto llegue a la Presidencia, el victimismo y el nacionalismo a ultranza. ¡Dios, así empezó Companys!”.


Acertó de pleno, incluso en los detalles; sabía de qué iba la cosa. No sé si es más asombrosa su lucidez o la ceguera de todos los demás. En cuanto a Vázquez Montalbán, causa estupor su adhesión ‘comunista’ al supremacista Pujol y la rendición a su figura emergente. Consentirle su proyecto, sus palabras y sus acciones, reírle las gracias y mirar a otro lado, como si fuera el mal menor, ha sido desastroso. No sólo se le cedió la hegemonía del lenguaje y el poder en su propio territorio, sino que al día de hoy el nacionalismo periférico sigue condicionando la política nacional, carente de una sólida política de Estado.


Todo anda degradado en el cortoplacismo. Las rotundas complicidades del PP y del PSOE, junto con la renuncia de Rivera al proyecto de Cs, han abierto la puerta a la derecha radical de Vox; la falsa solución del nacionalismo español al problema de la convivencia ciudadana.

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