Claudio López Bru

Miquel Escudero

Catalunyapress artescud21ag23

 

El verano puede ser una buena temporada para leer de todo, incluídas cosas que normalmente uno no lee; por ejemplo, biografías de empresarios. Unas veces se descubren aspectos interesantes y curiosos, y otras se redescubren detalles olvidados, porque nunca se citan. Así, cabe saber que el entorno familiar de Antonio López y López fue decisivo en el desarrollo del modernismo catalán. Arquitectos catalanes como Joan Martorell, Lluís Domènech i Montaner, Cristobal Cascante y Antoni Gaudí recibieron de él importantes y numerosos encargos; asimismo acogieron obras de los escultores Josep Llimona y Josep Dunyach, como del pintor Eduardo Llorens Masdeu.

 

Nacido en Cantabria el año 1817, el nombre completo de Antonio López y López era Antonio López del Piélago y López de Lamadrid. Fue el primer marqués de Comillas, título que le concedió el rey Alfonso XII en 1878. Siendo muy joven se estableció en Cuba y llegó a llevar un negocio de ropa en un local arrendado al empresario catalán Andrés Bru, de quien acabaría siendo su yerno. Participó en el comercio legal de esclavos criollos, pero “no existen pruebas directas de su participación en la trata ilegal, mucho menos se puede demostrar que el origen de su fortuna fuera ese”, señala el historiador leridano Óscar Uceda, presidente de la asociación Historiadors de Catalunya. Antonio López tuvo cuatro hijos con Luisa Bru, los tres primeros nacieron en Santiago de Cuba y el cuarto en Barcelona; a donde se dirigió la familia huyendo de una epidemia de cólera y de una cadena de terremotos. La primera hija de Antonio López, Isabel, formó una familia numerosa con Eusebio Güell, los dos hijos siguientes murieron muy jóvenes. Y él falleció al comienzo de 1883. Al año siguiente se le erigió una estatua en una plaza de Barcelona; hace cinco años el Ayuntamiento de la Ciudad Condal la retiró y eliminó su mención.

 

Claudio, su hijo menor, fue quien heredó su imperio empresarial y el marquesado. Óscar Uceda ha dedicado un libro a su figura: La singular vida de Claudio López Bru (mileniArts), con prólogo de Ricardo García Cárcel. El nuevo marqués de Comillas era abogado, tenía 30 años de edad y se había casado con María Gayón Barrie en 1881; un casamiento celebrado por el obispo de Barcelona, José María Urquinaona. No tuvieron descendencia.

 

Según refiere Uceda, Claudio López Bru tenía por valores la austeridad, el activismo, la religiosidad, la moralidad, el patriotismo y el sacrificio, y su idea de la dicha era corazón y conciencia tranquilos: “Para el marqués, religión y mejoras sociales debían ser los elementos que frenaran el llamado ‘problema social’ que estaba afectando a los países industrializados”. El objetivo social y político de su labor era alcanzar un desarrollo estable y fundamentado en el cristianismo. Fundó Bancos populares, buscando mejorar el nivel de vida de los trabajadores y evitar los conatos revolucionarios. No entró en política (aunque fue senador en la Restauración, por su título nobiliario), pero promovió somatenes que llegaron a sumar ocho mil voluntarios.

 

Siguió el espíritu de la Rerum Novarum, encíclica de León XIII, con el concepto de concordia de clases en contraposición a la lucha de clases. Uceda lo califica de extremadamente sensible ante el dolor ajeno, y destaca que fue muy generoso dando dinero a los necesitados. Por otro lado, organizó una peregrinación obrera a Roma, a donde asistieron más de 18.000 obreros de toda España.

 

Tímido, devoto y trabajador, este hombre engrandeció el patrimonio Comillas. Así, la naviera que heredó de su padre llegó a disponer hasta 25 buques con un porte de 64.207 toneladas, y afianzó la Compañía Trasatlántica. Invirtió en ferrocarriles, compró la concesión del correo de Filipinas y sacó adelante la Compañía General de Tabacos de Filipinas, fundada poco antes de la muerte de Antonio López; cuando adquirieron también las minas de hulla de Aller, cerca de Mieres.

 

Fundó y sufragó el diario El Universo, órgano de Acción Católica, regaló a la Santa Sede el Seminario de Comillas y durante años pagó los costes y las matrículas a los cerca de doscientos estudiantes por promoción. Mossèn Cinto Verdaguer (1845-1902) estuvo muy ligado a la familia López a partir de 1873, cuando entró como capellán de barco de la Compañía Trasatlántica; con 20 años ya había obtenido dos premios de los Jocs Florals. Verdaguer fue muy beneficiado por la familia López, cuyo mecenazgo facilitó que pudiera escribir los poemas L’Atlàntida (1878), con una dedicatoria cariñosa a Antonio López, y Canigó (1886). Mossèn Cinto entregaba sin ningún control limosnas descomunales a cargo de la familia, lo que, junto a su obsesión por el demonio -una seria manía persecutoria- le llevó a irritantes exorcismos. Y, para su berrinche, la familia de Claudio López Bru lo apartó de su lado.

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